Fernando Carrillo Flórez
Procurador General de la Nación
Gracias a los medios de comunicación los colombianos han podido mantenerse informados sobre las dimensiones de la crisis sanitaria, económica y social generada por la pandemia del covid-19, que ha puesto patas arriba al mundo, generando un fenómeno global que aún no termina y cuyas consecuencias nadie aún determina.
En momentos en que la tentación del autoritarismo y el populismo se manifiesta en todas las latitudes y amenaza la vigencia de la democracia, es la prensa libre e independiente la que ha permitido mantener vigente el espíritu democrático de los pueblos. Colombia no es la excepción. Gracias al periodismo comprometido con la verdad, ha sido posible enfrentar una pandemia mucha más mortal y voraz: la corrupción.
Así como el mundo reclama con urgencia un antídoto contra el covid-19, en Colombia es incesante el clamor para que se logre una vacuna contra la corrupción, que cada año se queda con más de 50 billones de pesos del presupuesto. Para horror de los colombianos la corrupción no tiene sentido de solidaridad en tiempos de crisis sanitaria, sino que, por el contrario, aprovecha todo espacio para robarle el futuro y el bienestar a los más débiles.
La corrupción es hermana siamesa de la politiquería. Y ese monstruo de muchas cabezas hay que enfrentarlo con decisión y sin contemplaciones. Y para ello no se necesitan más leyes, sino un Estado fuerte y una institucionalidad operante, un Estado que ocupe los territorios, sumado a una sociedad dispuesta a sancionar a los corruptos, dejando a tres la cultura de permisividad que ha empeorado las cosas. Fundamental en esa tarea es, precisamente, la labor que cumplen los medios de comunicación que, como el Diario LA NACIÓN, asumen con enorme responsabilidad la tarea de salvaguardar la democracia corriendo la cortina que impide que las mayorías vean la dimensión de la corrupción.
Los órganos de control combatimos la corrupción antes, durante y después de la pandemia. Y lo hacemos coordinados, apostándole a romper paradigmas y fortalecer el estado de derecho, teniendo como aliados los medios de comunicación. Sin periodistas comprometidos con la verdad y la transparencia sería imposible conocer la cara de quienes han violado los códigos y la ética para vivir en la ilegalidad y condenar al hambre y la violencia a la nación.
Y muchos de esos medios lo hacen en medio de las dificultades. Es por eso que resulta tan valiente y necesaria su labor. Ningún demócrata puede alegrarse por el cierre definitivo de una emisora o un periódico. La sociedad que surja de la crisis que vivimos deberá tener a los medios de comunicación en un estadio superior de apoyo del Estado. Los medios no pueden ser víctimas invisibles de la tragedia económica, social y humanitaria generada por la pandemia, ni de la pandemia de la corrupción, que persigue a los periodistas que denuncian y se juegan la vida para salvar vidas y blindar la democracia.
Muchos de esos valientes periodistas están en las regiones. A ellos un fuerte reconocimiento. Es por eso que exhorto al Gobierno Nacional a apoyar a los medios regionales, para impedir que cierren sus puertas y queden en la calle más periodistas. La pandemia no puede liquidar más medios. Hay que ponerle un respirador vital a la prensa regional para que siga teniendo vida y no muera la democracia.
Se trata de un acto de gratitud y reconocimiento al periodismo regional. Cuando cumple 26 años de servicio a la democracia, felicito al Diario LA NACIÓN y, especialmente, a su fundador, don Jesús Oviedo Pérez. Medios regionales como este llevan la visión de los territorios al centro, con una sensibilidad que une a Colombia. El departamento del Huila no sería lo que es hoy sin el Diario LA NACIÓN. Un fuerte abrazo desde la Procuraduría General de la Nación a los directivos, periodistas y personal administrativo de este valioso patrimonio informativo de los colombianos. Larga vida al Diario LA NACIÓN, el diario de todos los colombianos.
Es por eso que exhorto al Gobierno Nacional a apoyar a los medios regionales, para impedir que cierren sus puertas y queden en la calle más periodistas. La pandemia no puede liquidar más medios.