Coloridas casas han cambiado el paisaje urbano de las calles del centro poblado de Vegalarga y El Paraíso, en Algeciras Huila.
Poblaciones históricamente afectadas por los estragos de la guerra, hoy se convierten gracias a la mano de sus propios habitantes en verdaderas obras de arte, que buscan borrar las huellas que les dejó durante décadas la guerra.
La iniciativa llamada ‘Mil colores para mi pueblo’, nació de Edwin Rodríguez, quien luego de huir de la guerra, decidió volver a su natal Vegalarga y aportarle al cambio. Hoy su proyecto traspasó fronteras.
El proyecto fue creado en 2013 por Rodríguez proveniente de Vegalarga, Huila, el primer escenario que se intervino. “Después de haber vivido 25 tomas guerrilleras durante 10 años en mi pueblo, decidí que era importante y necesario regresar para devolverle los sueños y las esperanzas a mi comunidad, borrar un poco las marcas de dolor y muerte y cambiarlas por arte y esperanza… creo que eso puede ayudar a disparar la conciencia de la comunidad”.
Mil Colores para mi Pueblo ha llevado experiencias de arte, colores y colectividad a cuatro poblaciones de Colombia: Vegalarga, Huila; El Paraíso en el corregimiento de Algeciras, Huila, golpeado por la violencia durante 20 años, según la Unidad de Víctimas, el segundo municipio del país con mayor índice de desplazamiento forzado por el conflicto armado: más de 2.800 familias desplazadas; San Luis en el Km 5 vía La Calera, barrio de Bogotá en donde la mayoría de sus habitantes son campesinos desplazados de departamentos víctimas del conflicto como Tolima, Huila, Caquetá, Putumayo y Chocó, entre otros; y, la población de Puerto Rey en Bolívar.
Las actividades que realiza Mil Colores para mi Pueblo son siempre en comunidad y están orientados a desvanecer los grises y las memorias de la guerra, comprenden talleres colectivos sobre identidad, trabajo en equipo, autogestión, medio ambiente y herramientas plásticas; ejercicios resignificación de elementos relacionados a la guerra y la muerte y materiales de reciclajepara transformarlos en objetos relativos a vida y que tengan capacidad de embellecer la población; además, se realizan cultivos y jardines verticales con plantas de las zonas y se intervienen las fachadas de las casas y escuelas de la comunidad en un trabajo grupal con muralistas nacionales reconocidos y los habitantes de los territorios.
Uniendo lazos
Los resultados de las intervenciones han sido más que satisfactorios, han ayudado a reconstruir y fortalecer los lazos en las comunidades, los pobladores han cambiado su forma de percibir el espacio que habitan y han convertido sus pueblos en motivo de orgullo, encuentro y prosperidad. También se ha observado un incremento en el turismo estimulado por la nueva imagen de los pueblos e incluso, el regreso de algunas familias que habían abandonado las zonas.
El reto más grande del proyecto, según su fundador y director, ha sido conseguir los recursos económicos. En un inicio se realizó una subasta con artículos donados por 120 artistas colombianos, diferentes personas civiles y amigos también se han unido a la Fundación donando elementos útiles para las intervenciones, transporte, hospedaje y alimentos, entre otras cosas; y con el tiempo la iniciativa encontró apoyo en empresas privadas que han aportado en la labor de Mil Colores. Ahora, se espera que logren encontrar nuevos recursos y patrocinios para la intervención del quinto pueblo que se realizará en el barrio Bolívar 83 de Zipaquirá, construido por los desmovilizados del M19.
Edwin Rodríguez está concursando en la edición actual del Titanes Caracol con Mil Colores para mi Pueblo con el objetivo de ampliar el conocimiento sobre la Fundación y obtener el importante reconocimiento.