La Nación
COLUMNISTAS

Los parques

Felices son los pájaros que llegan/más temprano que yo/a la suprema debilidad/ y que, volando, caen, pequeños y bendecidos/ en los parques/donde la primavera es eterna.

Quise empezar esta columna con este verso del poeta brasileño Vinicius De Moraes para entender mejor la diferencia entre plaza y parque.

La palabra parque proviene del francés parc, donde un parque es un terreno destinado a árboles, jardines, lagos y prados para la recreación y el descanso. Suelen incluir áreas para prácticas deportivas, bancas, bebederos, juegos infantiles y otros.

Quiero resaltar aquí la presencia, casi siempre constante, de un lago con patos y sus pequeñas crías alimentadas con cariño por los niños, en compañía de sus padres o de sus abuelos. Esta es una imagen permanente en las ciudades europeas o americanas. Ella nos reconcilia con el género humano. Para colmo de la dicha en Neiva apareció una laguna la Laguna de los Sapos o Cantarrana en pleno centro de la ciudad. Apareció como un regalo de la naturaleza en este horno de calor que es Neiva. ¡Milagro! pero horror de los errores pretenden rellenarlo con carros. Hacer un parqueadero de acuerdo a un proyecto arquitectónico, que no respeta ni siquiera el punto primero para desarrollar un proyecto de esa naturaleza, que es la implantación de acuerdo a las características geomorfológicas del lote y de su entorno. ¿A quién se le ocurre proponer un parqueadero en un lago? Ese mal llamado parque de la música en honor a Jorge Villamil, es una afronta para un hombre como él, que siempre le cantó de forma tan poética a la madre naturaleza.

Basta recordar la letra de los Guaduales que es un himno para nosotros los laboyanos, o por qué no espumas, esa inolvidable e inmensa canción a la nostalgia de los amores que se fuero. Noches Plateñas y tantas otras que demuestran fehacientemente el inmenso amor y el profundo respeto de Jorge por la naturaleza. No traicionemos su memoria.

Aún podemos modificar ese proyecto por otro que tenga en cuenta la laguna de Cantarrana. Ese bello nombre con aire de poesía, es otro motivo para conservarla. Bien vale la pena atrasarnos un poco en la entrega de la obra para evitar tremendo delito ecológico. Jorge Villamil y la ciudad lo agradecerán, guardando así esa memoria urbana para la urbe. ! Lloran los guaduales!