La Nación
Madre y enfermera, dos roles entrañables 1 18 mayo, 2024
HUILA

Madre y enfermera, dos roles entrañables

“No me lo esperaba cuando me dijeron que querían hacerme una entrevista acerca de mi vida, porque me dije, a quién le puede interesar, sino no tengo fama ni dinero, solo amor y humildad para ofrecer”, me confesó Diana Marcela Frías Andrade, neivana de 33 años de edad, que desde hace 12 años ejerce una labor tan desgastante como gratificante, el de enfermera.

Diana era hasta hace unos 4 meses auxiliar de enfermería, y actualmente coordina la Unidad de Neurofisiología del Hospital Universitario de Neiva ‘Hernando Moncaleano Perdomo, tras culminar con gran esfuerzo su formación profesional de Enfermería. Un cambio sorprendente para ella porque durante varios años siempre estuvo en el área de hospitalización. Su jefe en esta Unidad es el neurólogo Guillermo González, junto a él presta su servicio a personas de todas las edades, muchas de ellas que llegan desde veredas muy apartadas con situaciones económicas y condiciones difíciles.

“Hoy en día puedo decir que me siento muy bien, y que en mi Unidad se sienten muy orgullosos de mi rendimiento”, manifiesta Diana.

“Uno viene a este mundo es a servir, el que no vive para servir no sirve para vivir”, es su pensamiento y filosofía favorita.

Madre y enfermera, dos roles entrañables 7 18 mayo, 2024
En el Hospital Universitario de Neiva, la carismática enfermera coordina la Unidad de Neurofisiología.

Una vida de esfuerzos y constancia

Diana Marcela es también madre cabeza de hogar. “Empecé mi vida al revés”, dice. Al terminar su bachillerato a los 18 años quedó embarazada del primero de sus dos hijos. Se inclinó por aprender enfermería en una escuela técnica de salud. Su primer trabajo fue cuidar a la abuelita del fallecido diputado Sergio Younes.

Se presentó luego al Hospital Universitario y allí le dieron una gran oportunidad. Por 12 años su lugar de trabajo fue el séptimo piso en hospitalización, donde se manejan pacientes con diferentes tipos de patología como cáncer, linfomas, pacientes de ortopedia, de cirugía, medicina interna. “Al inicio fue duro porque se trataba de pacientes con aislamiento, difíciles, de todas las clases sociales y siempre estuve ahí y siempre me gané el afecto de ellos, la experiencia fue muy bonita”, expresa la enfermera jefe.

Ver a pacientes de oncología que están falleciendo lentamente, a hijos, padres esposos que llegan a despedirse de su ser querido, es algo que la llena de mucha tristeza.

De esa época recuerda a doña Estella, una mujer de la tercera edad con trasplante renal. “Ella no veía, y siempre me decía: no te puedo ver pero tu voz refleja toda la humildad que tienes en tu corazón. Además de atenderla en el hospital tuve también la oportunidad de cuidarla en la casa porque ella solo quería era estar conmigo. Desafortunadamente ella falleció pero la gratificación y el orgullo que me queda es el haberle servido, haberla acompañado, haberla hecho sonreír”, dice.

Pasó por largos y duros turnos de trabajo. “Cuando yo era de cooperativa hacía muchísimas noches de turnos, las compañeras me pagaban para que hiciera los de ellas, me agotaba mucho pero me gustaba. No trabajé solo en el hospital sino también en la Medilaser durante seis meses, entonces era duro, salía de un lado y corría para el otro. Siempre pedía a Dios y aún lo sigo haciendo me conceda salud, sin eso no tienes ganas de nada. Gracias a Él siempre estuve motivada a cómo ayudar en mi trabajo”, narra Diana.

La abuela paterna de sus hijos siempre la apoyó en estar pendiente de su cuidado, mientras ella laboraba y estudiaba los fines de semana para llegar a ser Jefe de Enfermería. Su tiempo estaba siempre ocupado, pero aprovechaba cualquier espacio para dedicarles a sus hijos. “Admiro a la gente que quiere salir adelante y que le toca sacar de su bolsillo para poder cumplir sus sueños, porque es ahí en donde uno valora mucho el esfuerzo que está haciendo”, menciona la enfermera neivana.

El de madre y enfermera son dos roles que le permiten a Diana Marcela Frías mostrarle a sus hijos el valor de la vida y el cuidado por ella. “Cuando no quieren comer o no quieren hacer tal cosa, yo les digo, los voy a invitar a dar un recorrido por el hospital para que se den cuenta cómo es la realidad de las personas que quieren levantarse de esa cama y salir hacer lo que ustedes no están haciendo. Tengo dos vidas que me hacen ser y sentir la mejor persona”.

Ahora que está como jefe tiene a cargo en su Unidad a tres auxiliares a las que llama “mis niñas”. No le gusta que le digan Jefe porque le gusta más ser una líder para bien. “Yo les digo a ellas, yo estuve en el lugar de ustedes y valoro y reconozco su labor, su forma de atender a los pacientes”.

Por donde pasa Diana todo el mundo la saluda, la abraza, y tiene una palabra de afecto para ella.