La Nación
COLUMNISTAS

Malicia indígena, “mito destructivo”

 
Por décadas este viejo adagio ha imperado en las mentes de miles de personas,  justificado en que la “malicia indígena” es el estado óptimo de la suspicacia, de “ir más allá” a lo que otras personas pueden estar pensando, de adelantarnos a  los hechos previendo lo sagaz.

Los juicios son como una sentencia impuesta sobre otros por las faltas y errores que comenten, es como si nos ubicáramos en la silla de un juez. A los humanos no se nos ha dado la facultad de “condenar” a otros por las equivocaciones que puedan cometer, sólo a excepción de la investidura  colocada en personas que emiten fallos por conductas punibles y que constituyen un delito.

Lo deplorable de ésta realidad enjuiciadora es que en tu corazón hay un problema de: “orgullo”, entendido como el concepto de superioridad que tienes de tí mismo.
Cuando tú permites el orgullo en tu vida, miras a las demás con desdén, por encima de tu hombro y  consideras que lo que tu opinas si vale, que nadie sabe hacer las cosas mejor que tú y que eres imprescindible.
 
  
Un corazón orgulloso tiene raíces en la rebeldía y la soberbia, el orgulloso se considera superior por sus títulos, conocimientos, destrezas y capacidades.

Se cree que la altanería se limita a aquella persona que levanta el tono de su voz contra otra, pero el orgullo es una forma de altanería, ya que el ponderarnos mejores que otros nos coloca al nivel de quién quiso usurpar el trono de gloria.

Debemos entender que nuestro papel no es juzgar, ni criticar a otros por sus equivocaciones, sino ayudar, alentar y darle la mano a quién lo necesita. Ante las debilidades de otros debemos ser humildes  y contribuir en el bienestar de los demás.

Al juzgar no somos libres del efecto bumerán, todo lo que “dices se te devuelve”, es una ley universal “la ley de la siembra y la cosecha”,  por tanto es necesario ser cuidadosos y abstenernos de emitir juicios “En boca cerrada no entra moscas” decían nuestros abuelos.

Primero debemos ocuparnos de nosotros mismos y de mejorar nuestras faltas, antes de mirar en otros lo que está mal, generalmente empleamos el tiempo en mirar hacia afuera y no hacia dentro, eso nos mantiene alejados de trabajar en nuestros defectos.

No podemos dar lo que no tenemos, el orden que debes seguir es primero tratar con lo que está mal en tí y así podrás ayudar a otros. Nadie cambia a nadie, solo la fuente de vida, el principio y el fin puede lograrlo, sin su intervención todo se convierte en buenas intenciones.
 
*Sicóloga.