La Nación
COLUMNISTAS

Manual del secretario privado

Las secretarias tienen mucho quien las mime. Con toda razón. Hace dos días celebraron su fiesta. De los secretarios privados, sp, nadie se acuerda. Es parte de su oficio.
Como el ángel de la guarda, conocen la letra menuda, de edicto, de su mandacallar.

Para darse ínfulas, recuerdan que expresidentes como Valencia y López Michelsen nombraron secretarios privados a sus hijos.

El sp es la conciencia jurídica de su otro yo. Debe tener todos los códigos en el disco duro. Inclusive sabe si tal desliz incluye la casa por cárcel.

De pronto le recuerdan, con la divina Greta Garbo,  que es preferible tener buena salud y mala memoria.

Sabe si las rosas que envió su jefe son para la principal o la suplente. Si la que lo llamó, o a la que llamó, es la misma de la epístola de Pablo. Si sale con la mujer del prójimo. O con el prójimo.

Conoce el gusto íntimo del jefe, en qué motel extrovierte la libido, cuánta plata tiene en el banco o en algún paraíso fiscal.

La sacará del estadio si inventa un mecanismo que le permita asumir el guayabo terciario del otro.

Tiene apuntadas en un papelito las flaquezas y fortalezas del mandamás. Sin uno de estos ingredientes la vida sería un monótono paseo de olla. Somos la suma de Jekill y Mr. Hyde.

Escucha desde ring side las conversaciones privadas, íntimas. Pero pone cara de retrato hablado, de ausente.

Se compenetra tanto de su oficio que muchas veces no reconoce al cliente que le devuelve el espejo.

A veces lo asalta la sensación de estar viviendo varias vidas…, ninguna de las cuales es la suya.

Como los meseros discretos, los sp están hechos para no ver, no oír, no repetir. 

Un buen sp le corrige las barbaridades ideológicas, legales, gramaticales al que manda. Tiene vocación de ventrílocuo. De trompo de poner. Se alquila para pensar por el otro.

Sabe qué sobra o qué falta en el discurso que pronunciará ante las hermanitas descalzas.

Si el responsable de su quincena amaneció escaso de adjetivos, sustantivos o adverbios, le regala los suyos. Todo por el mismo salario.

Si el jefe no encuentra la disculpa para que no lo echen de la casa por haber llegado con huellas de pintalabios, o con los calzoncillos al revés, su sp lo sacará de apuros. O que pase por contabilidad.

Jefe y sp son hermanos, amigos, cómplices, almas gemelas, parceros. Casi se pueden intercambiar amigas, trajes, complejos.

Un sp fiel le inventará a su jefe enemigos que le cuestionen sus certezas.

El sp es el poder detrás del trono. El jefe queda atado a su subalterno de por vida porque al menor desencuentro aparecerán exhaustivas memorias.