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Más rigor, menos sensacionalismo

Después de permanecer ocho días hospitalizada en Neiva, la joven estudiante del Grado Once del Colegio INEM de esta ciudad, Angélica Dayana Castañeda Sarmiento falleció el sábado 21 de enero por causa de las graves lesiones que sufrió en la cabeza al caer de la moto en que se movilizaba con su primo Alejandro Sarmiento Muñoz Por: Marta Eugenia López Defensora del Lector Después de permanecer ocho días hospitalizada en Neiva,   la joven  estudiante del Grado Once  del Colegio INEM  de esta ciudad, Angélica Dayana Castañeda Sarmiento falleció el sábado 21 de enero por causa de las graves lesiones que sufrió  en la cabeza  al caer de la moto en que se movilizaba con su primo Alejandro Sarmiento Muñoz, luego de chocar  contra un árbol y un sardinel cuando  intentaban huir de dos hombres que se movilizaban en otra moto y  los perseguían con el presunto fin de robarles, razón por la cual se les acercaron en una vía del barrio Cándido Leguízamo, cerca al CAI, empujaron la moto y los desestabilizaron. Del accidente y  la forma cómo se presentaron los hechos LA NACION informó ampliamente en la primera y última páginas de la edición del lunes 16 de enero, con fotos de la joven, su primo y un grupo de familiares que esperaba un reporte del estado de salud de la joven a la entrada del Hospital Universitario. De acuerdo con la redacción del periódico, la noticia fue ubicada aquel día en  primera página por la conmoción que causó la nueva modalidad delincuencial que dejó  al descubierto el intento de robo  mediante el uso de otra moto, ambas en movimiento. El drama que generó de inmediato el accidente también fue valorado, como también el hecho de que se hubiera presentado en la capital del Departamento. Un día después LA NACION publicó una nueva  noticia  sobre el estado de salud de la joven, quien permanecía hospitalizada en coma inducido después de haber sido intervenida quirúrgicamente dos veces por un neurocirujano. La nota (página 31) decía que su tía solicitaba con urgencia sangre de tipo AB negativo para salvarla,  sin explicar lo difícil que es conseguir este tipo de sangre y contribuir con ello al logro de una respuesta más rápida y efectiva frente al llamado a la solidaridad ciudadana. Tampoco se agregó nada  sobre los presuntos delincuentes ni se consultó a nadie sobre esa nueva modalidad de asalto: ni a las autoridades para intentar saber qué pasó con los supuestos ladrones que según las dos publicaciones ya habían sido identificados, ni a voceros de la comunidad para conocer su opinión sobre lo sucedido y sobre el estado de indefensión en que se encuentran algunos sectores ciudadanos. “¡Estupor y dolor!”, tituló el periódico en primera página el domingo 22 de enero para informar que Angélica Dayana había muerto.  Una amplia  foto con una de menor tamaño superpuesta llamaba la atención de los lectores. En la más grande se aprecian varias personas, entre ellas un hombre adulto que llora, pero en el pie de foto no se identifica a ninguno. Difícil saber así quiénes eran. La fotografía más pequeña corresponde a la joven víctima del accidente. Al voltear la página  aparece el registro de otra muerte sucedida en Pitalito, la del  ex concejal laboyano Raúl Ordóñez Ruano, por causa de un cáncer.  En forma breve se habló de su vida y sus ejecutorias, mientras que la última página de la misma edición  fue dedicada toda a la estudiante muerta. Bajo el   título: “Angélica partió cargada de sueños”,  se describe ampliamente la personalidad de la niña, de quien se dijo que era “jovial y alegre”,  “amiguera”, que no se complicaba por nada, que cantaba y bailaba, le gustaba el teatro y  que “se adelantó a ocupar un lugar en el cielo” con la ilusión de ser una gran modelo y liderar el grupo de porristas. “Hoy la ausencia de Angélica Dayana, se siente profundamente en el seno familiar, además del salón del grado once en el Colegio Inem, donde la adolescente cursaba sus estudios y siempre se caracterizó por su alegría, espontaneidad y gusto por las artes”. De su padre Zain Castañeda escribieron que  estaba “consternado y fundido en el más profundo dolor”,  que  “no daba crédito a lo que sus oídos escuchaban…” y que  recordaba  que su hija había mostrado interés por  cursar estudios universitarios de “veterinaria”. Uno de los mejores amigos de Angélica relató cómo había sido su relación, que siempre celebraban un mes de amigos y que tenían previsto almorzar un día después del accidente. Y así avanza la nota llena de expresiones  reiterativas sobre lo que proyectaba la joven con su imagen, sus sueños y sus actuaciones. Al final de la noticia el redactor escribió  que el hecho “generó toda clase de rechazo y repudio entre la comunidad, quienes exigieron a las autoridades acciones concretas frente a la situación de inseguridad de la ciudad”, sin que aparezca  ningún testimonio que acredite tales peticiones. Luego afirma que el coronel Juan Francisco Peláez, comandante de la Policía Huila, “expresó a LA NACION que se avanza en la investigación respectiva para dar con el paradero de los delincuentes que acabaron con la vida de Angélica Dayana”. En un recuadro adicional el relato de cómo se presentaron los hechos. Un día después, por si faltaba algo luego de tanta sensación y emoción expresadas, de nuevo en primera página un titular acompañado de una foto en formato grande de una multitud alrededor del féretro de la joven estudiante, ilustraba el sepelio: “Angélica, triste despedida”. En media página de la segunda plana, el emotivo  relato sobre las honras fúnebres y un resumen sobre el trauma craneoencefálico que sufrió  la joven. Pura emoción y sensación en lo escrito se aprecia  “a ojos vista” en las dos últimas noticias  y poco o casi nada de análisis sobre  la raíz del problema.     Abordar noticias de esta forma sólo genera temor, dolor y  zozobra, les digo a los redactores. Hechos como el que le ocasionó la muerte a Dayana mantienen la discusión sobre el tapete frente al tema de la inseguridad ciudadana. Las acciones concretas, que según afirmación del periódico solicita  la comunidad para contrarrestarla, también  justifican el análisis. ¿Por qué no  abordar el asunto  de fondo  si el propio alcalde de la ciudad  Pedro Hernán  Suárez Trujillo  dijo  el martes pasado en su discurso en el acto de apertura de la celebración de los 400 años de la tercera fundación de Neiva que no va a permitir que la delincuencia se apodere de la ciudad? Con todo y el ofrecimiento de una recompensa para quien brinde información sobre los asaltantes dada a conocer por LA NACION este viernes, aún no hay un informe que precise ¿Cómo?, ¿De qué forma esta administración mejorará la seguridad?   Asumido el mandato, ¿Cuál es el plan macro en esta materia? Es lo que queremos saber con prontitud y precisión los lectores.