La Nación
Mismo problema, diferente solución 1 26 abril, 2024
COLUMNISTAS OPINIÓN

Mismo problema, diferente solución

Sergio Felipe Salamanca

 

El asesinato de Marcelo Pecci (Q.E.P.D), fiscal paraguayo que se encontraba de vacaciones en Colombia, me puso a reflexionar sobre el verdadero rol de héroes y mártires que tienen, aquellos que dedican su vida a servir a la justicia, especialmente, en países del sur global. En el caso suramericano, ser juez de lo penal, o fiscal, conlleva el riesgo de enfrentarse, tarde o temprano, a dilemas en los que toca escoger entre la vida de uno (y de su familia), la recta impartición de justicia o el abandono del cargo. En el caso colombiano, el museo de la Fiscalía pone en escena una de las “herramientas” a las que acudió la justicia colombiana durante sus épocas más oscuras, la cabina de los “fiscales sin rostro”.

Como lo podrán imaginar, este tipo de medidas, así como los esquemas de seguridad para los funcionarios de la justicia penal no eran suficientes y generaban una carga excesiva al patrimonio público. En contraste, se puede apreciar una evolución constante en las estrategias y recursos utilizados por los criminales para evadir, “comprar” o intimidar a la justicia; llegando a casos como el del fiscal paraguayo, en el que se montó un plan internacional similar al de una serie ochentera de narcos, para asesinar vilmente a un funcionario de la justicia. Esto sin mencionar el paro armado que vivió el país con bastante intensidad durante la semana pasada.

Estos hechos ponen de presente que las normas penales no son lo suficientemente disuasorias y que existen muchas organizaciones criminales que, a nivel económico y logístico, pueden entrar a “competir” con el Estado. Pero entonces, qué se podría hacer al respecto: ¿una reforma a la legislación penal? ¿destinar más recursos para el aparato judicial? En mi opinión, considero que hemos tenido una valiosa alternativa, que, a pesar de su efectividad, siempre la hemos evitado: la legalización.

Como toda empresa, la criminal tiene que pagar nómina, suministro (de armas, municiones y dotación), transporte, lo cual solo es posible gracias a los rendimientos del narcotráfico. Frente a los efectos económicos de la legalización, no hay chaleco anti balas, bunker o fortaleza que pueda proteger. Hasta donde tengo memoria, nunca he visto al “Escobar” del azúcar, la panela o de la yuca. Creo que a los países suramericanos les llegó la hora de preguntarse, si vale la pena optar por el camino de la legalización, o seguir con la infructífera estrategia de “sangre y plomo” contra las drogas.