La Nación
COLUMNISTAS

Neivanos tras las rejas

El desarrollo de Neiva infortunadamente nos muestra que padecemos los problemas que se han convertido en una generalidad de las urbes latinoamericanas; problemas enormes debido a la densificación producto del flujo de habitantes de la zona rural a la urbana y que sin duda se acrecentaría en un postconflicto. Nuestras ciudades se debaten entre bloqueos vehiculares, contaminación ambiental, hacinamiento, precarias condiciones sanitarias, discriminación social y alteraciones del orden público. Sin embargo, el principal problema es la violencia. En nuestros recorridos por los barrios de Neiva hemos evidenciado todos los días que los vecinos de nuestra Neiva corren el riesgo de convertirse en víctimas del homicidio, extorsión, hurto residencial, ataques callejeros y demás violaciones a los derechos humanos. Esto es algo que al ser un fenómeno latinoamericano no puede encontrar, en el mal de todos, el consuelo de bobos. Aquellos delitos hacen de la seguridad el verdadero problema de nuestra sociedad.

En América Latina el crecimiento de la población urbana es directamente proporcional al aumento de la violencia. Después de la II Guerra Mundial, se desató el proceso de urbanización en la región, por cuenta de la inmigración de los europeos que huían de las miserias del conflicto y, sobre todo, por el traslado vertiginoso de los habitantes del campo hacia las ciudades. Lo mismo ocurre en ciudades como Neiva, la cual ha vivido un proceso de migración constante de comunidades desplazadas por la violencia vivida en los últimos 50 años, sin que el Estado haya tratado de manera eficiente este problema social. Neiva según la última encuesta del DANE ocupa un MUY deshonroso cuarto lugar en victimización en las 28 ciudades evaluadas, habiendo subido del 16,5% en 2013 a un 23,1% en el 2014 (% de ciudadanos afectados por algún delito).

Este definitivamente es el tema que más nos preocupa y nos reafirma en nuestra tesis que hemos venido compartiendo con los neivanos, identificando claramente, que el problema reside en la falta de planificación urbanística. Los nuevos asentamientos humanos se hacinaron, la ciudad crece sin las condiciones sanitarias mínimas para la subsistencia, sin espacios públicos de calidad, en definitiva sin infraestructura de ciudad. Como no había lugar para tanta gente, las riberas de los ríos se convirtieron en dormitorios improvisados, después en cordones de miseria; y los espacios públicos terminaron como lugar de desencuentro ciudadano, donde la ilusión de forjar una nueva vida se desvaneció con la triste realidad del enorme desempleo.  Me escandaliza que la Neiva de los buenos esté tras las rejas, enrejados en sus casas, mientras los ladrones deambulan libres en las calles. ¡El mundo al revés! Haremos de Neiva la ciudad segura que permita la atracción de inversión y la generación de empleo para un verdadero desarrollo social. Con Bahamón, Neiva estará Segura.