La Nación
Poderoso nacimiento 1 3 mayo, 2024
COLUMNISTAS OPINIÓN

Poderoso nacimiento

Mañana, un siglo atrás, un abril 21 de 1924, luminosa fecha para la literatura del Huila, de Colombia, del mundo.

Varios años antes de aquel día, hubo importante acontecimiento literario. Rivera, en compañía del amigo Neira Martínez, en soledad, en Sogamoso, leyó la primera parte de “La Vorágine”.

La había escrito en aquella ciudad utilizando personajes de la anterior Orocué. Por primera vez, el mundo oyó, en su propia voz, ese brillante, contundente y trascendente comienzo de novela alguna: “Antes que me hubiera apasionado por mujer alguna, jugué mi corazón al azar y me lo ganó la Violencia…”

Meses antes de aquella fecha, en la monotonía del Amazona, territorio venezolano, población de Yavita, para sacudir el tedio provocado por la inoperancia del Estado colombiano, compañeros del escritor oyeron por primera vez la segunda y tercera parte de “La vorágine”.

Días antes, 12 o 13 de abril, Rivera lideró nutrida manifestación por calles de Neiva. Lo apoyó gran concentración en el teatro Variedades. Lo acompañó la beligerante y honesta presencia de Reynaldo Matiz. Protestaban contra los inquietantes acontecimientos en fronteras del Perú, los desmanes de la casa Arana y el perpetuo olvido de gobiernos conservadores.

Y, finalmente, la fecha memorable: 21 de abril de 1924 en la ciudad de Neiva. El escritor rechazó un paseo vespertino, costumbre cotidiana con sus hermanas y se hundió en una habitación durante un tiempo prolongado, según Neale Silva. “Cuando regresamos – diría Susana Rivera, una de sus hermanas – aún no había salido de la habitación. Por fin – cuando salió – vino hacia nosotras con tres enormes libros de apuntes y, después de abrazarnos, nos dijo: —Para ustedes, sí, para ustedes. He terminado La vorágine”. Siguió su hermana informando: el hombre estaba transfigurado físicamente, lívido el rostro y la mirada hundida en un punto fijo.

Ruptura con el flujo profano, inmerso en el instante sagrado, fuera del tiempo, ritmo original. Había nacido plenamente una novela, voz divina en la tierra. Obra dispuesta, a partir de ese momento, a asumir su propio destino hasta hoy cuando conmemoramos su nacimiento centenario.

Bello acto tan amoroso como el nacimiento de un hijo. Un ser engendrado por el cielo y la tierra en la consciencia de un ser humano. Tan amoroso como toda creación literaria: novela o cuento, poema o pieza teatral, cuando surge de la autenticidad del creador.

Amor verdadero por la humanidad tan azotada por los instintos mezquinos del poder. Mensaje divino al lector para recordarle que: “La vida está en otra parte” según Rimbaud. Porque todo texto literario, escrito con amor y sabiduría, solo apunta a la vida.