La Nación
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Proyectemos una neiva para todos

El próximo 24 de mayo Neiva estará celebrando sus 403 años de fundada. La ciudad creada por don Diego de Ospina y Medinilla en un área de 33 hectáreas, a orillas del rio Magdalena, entre los ríos del Oro y Las Ceibas, con el propósito de tener un enclave urbano en el largo camino entre Popayán y Santafé de Bogotá, permaneció aletargada como cabeza de una provincia pastoril cuya principal actividad era la ganadería extensiva, durante sus primeros 300 años. En 1912 apenas contaba con 9.200 habitantes ocupando un espacio de 122 hectáreas. Pero a partir de ahí la ciudad comenzó a despertar. En la primera mitad del siglo XX, llegó la carretera que se dirige al sur, especialmente acicateada con motivo del conflicto con el Perú en los años 1932 y 1933, se construyó el ferrocarril de La Dorada hasta Neiva, se creó el aeropuerto La Manguita (hoy Benito Salas), surgió una incipiente industria y la agricultura comercial con el arroz, el sorgo, el algodón, el café y el cacao.

En 1950 las estadísticas oficiales contabilizaban 50.954 neivanos, en 1970 116.681, en 1980 152.926, en 1990 el dato era de 235.141 y en 2015 de 344.242 habitantes. Esto demuestra que el gran crecimiento urbano de la ciudad se presentó en los últimos 50 años, acompañando el desarrollo del comercio, el transporte, la banca, la industria y los servicios. Sin embargo su desarrollo ha sido anárquico y especialmente jalonado por terratenientes que han propiciado asentamiento urbanos en zonas distantes para que presionen la construcción de vías y servicios públicos con lo que se valorizan sus tierras. Hoy su área urbana es de 4.596 hectáreas, mostrando una muy baja densificación de población con 75 habitantes por hectárea, lo que eleva el costo de los servicios públicos, la pavimentación y el mantenimiento de la malla vial y en general los costos del transporte. Una pequeña élite de latifundistas urbanos, dueños de lotes de engorde, están incrementando todos los días sus capitales y sus rentas, con todas las obras de desarrollo de la ciudad, abusando del monopolio sobre la tierra, porque el impuesto de valorización existente no es funcional y porque esta élite tiene el control y dominio del aparato estatal local.

La próxima administración de Neiva debe iniciar un proceso de densificación urbana, haciendo una reforma del Plan de Ordenamiento Territorial que privilegie un crecimiento vertical, que castigue con valorización a los lotes de engorde para obligar a sus dueños a darles usos urbanísticos adecuados, que proteja de verdad los humedales, que diseñe parques y zonas verdes que sirvan de pulmones a la urbe y en general que incremente sustancialmente los espacios públicos para el disfrute y bienestar de los ciudadanos. Esto sólo lo puede hacer una administración que crea en la justicia social y que no esté sometida al gran capital local.