La Nación
COLUMNISTAS

¿Ser pillo paga?

Colombia es un país de avispados, de manilargos, aquí nos robamos un hueco. Un país que lleva medio siglo de violencia, teniendo como importante fuente de ingresos una sustancia cuya producción, comercialización y consumo están prohibidos por las leyes locales e internaciones, y que ha criminalizado el país en todos los aspectos. La prohibición de la droga es la raíz de la corrupción generalizada existente.  No es casualidad que tengamos guerrilla, narcos, paramilitares, corruptos, y delincuentes; porque hasta los colombianos que nos consideramos “de bien”, somos “bien regulares”.

En la prensa han salido reseñados los carteles habidos y por haber: carteles del papel, del pañal, del papel higiénico, de los cuadernos, del cemento, de la gasolina, de la salud, de las pensiones, de la contratación,  de la recolección de las basuras, etc.  Definitivamente hay carteles para todos los gustos. Hasta la comida sencilla con la que nos alimentábamos en la infancia se ha vuelto exótica, llaman a un postre “frutos rojos del jardín encantado”, para poder cobrar de más por el helado de fresa de toda la vida. A propósito de comidas, últimamente está de moda el cartel de los restaurantes escolares, que le mete muela a los refrigerios y almuerzos de los niños humildes, de las escuelas más olvidadas; no hay derecho. Otro de los carteles que no pasa desapercibido es el de la educación, que hace rato dejó de ser una vocación de servicio para convertirse en un negocio más. Mientras las opciones de estudiar en el colegio o la universidad, dependen de los exagerados costos del sector privado y la mediocridad del sector público, no hay garantía de una buena educación para nuestra juventud. Por eso definitivamente en Colombia casarse es caro, enfermarse es caro y morirse también; no cobran lo que vale, aprovechan y cobran la ocasión.  La codicia humana no tiene límite, y así vamos; de mafia en mafia, de elecciones en elecciones; en las mismas y con los mismos.

Y como si nos hiciera falta, ahora tenemos que soportar al inmamable e incompetente  dictador Nicolás Maduro, que nos viene a dar cátedra de moralidad, democracia y derechos humanos. Venezuela sufre todos los síntomas de la “crónica de una muerte anunciada”. Los enemigos de Venezuela son sus problemas sociales, políticos y económicos. Más pronto que tarde al terrible Nicolás y su camarilla militar, se les acabará el reinado y tendrán que entregar cuentas, trono, cetro y corona. Les entregaron una Venezuela Saudita y devuelven una Venezuela Inaudita; y ahora andan buscando disculpas. “Que tal, un burro hablando de orejas”.