La Nación
COLUMNISTAS

Tragedia de los apellidos

Los apellidos colombianos ocultan una tragedia social y humana. Un García, por ejemplo, pertenecía a un soldado muerto la semana pasada por las Farc. Anteriormente, la misma insurgencia atacó y mató diez militares donde había un Laguilabo. García y Laguilabo son apellidos de los barrios bajos.

Los del barrio alto no van a la guerra. Nunca un Santos combatirá en el Cauca. Los Uribe prefieren componendas con el alcalde de Mosquera y ganarse sumas estrambóticas. Ellos prefieren los lugares altos donde se facilite el negociado y la perpetuación de la misma insensatez.

Laguilabo también fue un muchacho que conocí hace tiempo. Su futuro, por más que le insistí, no estaba en el Ejército sino en las Farc. Nunca volvió, debieron matarlo y su apellido no apareció en los periódicos. La guerra a muerte la hacen los apellidos de los barrios bajos mientras que la guerra sucia la hacen los apellidos del barrio alto.

Por doble moral, el Laguilabo del Ejército, según los medios de comunicación, fue vilmente asesinado y adquirió el título de héroe nacional. Se le enterró con honores militares mientras una bandera envolvía su ataúd. El otro Laguilabo, por ser un terrorista, le dieron de baja. Quizás los buitres lo encontraron en cualquier pasto o fue enterrado en cualquier montaña. Los Laguilabo de abajo, que defienden los apellidos de arriba, son héroes; los que se hastían con las atrocidades corruptas de los Uribe y Santos, son sospechosos.

Sólo los apellidos del barrio alto construyen dinastías. Poco importa que sea Pastrana, Samper, López Michelsen o Gaviria. Repiten hoy lo que hicieron sus antepasados ayer: Gómez, Ospina, Turbay o Lleras. La misma insensibilidad de ayer la renuevan hoy. Por eso, la misma guerra de hoy fue la de ayer. Por un interés vulgar, perpetúan el círculo vicioso.

No sólo la misma confrontación sino la misma actitud. Los Gómez y Ospina eran conservadores y nadie los asesinó por ser conservadores, pero provocaron muchos asesinatos de liberales. Tampoco iban a los campos de batalla, vivían en barrio alto. Ningún Lleras residió el norte del Valle o el sur del Tolima, nunca los asesinaron por ser liberales. Ellos sabían que, en barrio alto, sus querellas obtusas sólo aspiraban al poder político. En lo económico, eran y son iguales.

Las mezquinas demencias de los apellidos de barrio alto generan las guerras donde sólo mueren los Laguilabos. Los sostienen el ejército, los políticos y la ignorancia que degrada a los apellidos de los barrios bajos.
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