La Nación
COLUMNISTAS

UNA PALOMA GUERRERA

Paloma Valencia, miembro del clan de los Valencia de Popayán, representa hoy en el Senado de la República a esa rancia aristocracia feudal que en los tiempos de la independencia se opuso a Simón Bolívar, queriendo conservar su condiciones de súbditos del rey de España (Fernando VII, en aquellos tiempos), pues en su concepto sólo la nobleza tenía condiciones genéticas para gobernar un estado y era indigno que los habitantes del virreinato de la Nueva Granada fueran gobernados por criollos mestizos en un estado plebeyo inspirado en los ideales de la ilustración europea y norteamericana. Los Valencia, al igual que los Mosquera, los Obando, los Iragorri y los Pombo, eran criollos sin mayores abolengos de sangre azul, pero al fin y al cabo una aristocracia con dominio sobre tierras, peones y dinero que los colocó en la cúspide de la sociedad colonial y después republicana.

En Popayán se concentró buena parte de esta élite terrateniente cuyos principales oficios eran la guerra y la poesía bucólica. Las guerras del siglo XIX, al igual que las del siglo XX se hicieron para defender y ampliar su domino y poder sobre la tierra. En los ratos de ocio componían malos versos, como aquellos sobre los camellos escritos por Guillermo Valencia, a quien nuestra realidad poco le inspiraba y tuvo que irse a buscar sus fuentes de creación al norte de África. El no pudo alcanzar la presidencia de Colombia, pero si lo hizo su hijo Guillermo León Valencia (abuelo de Paloma), quien ayudó a su copartidario Álvaro Gómez Hurtado a elaborar la teoría de las Repúblicas Independientes para referirse a las zonas de autodefensa campesina creadas por exgerrilleros liberales en las regiones de Rio Chiquito, Marquetalia, El Pato y Guayabero, a las que bombardeó y atacó militarmente en el año 1964, dando origen al surgimiento de las FARC y a esa guerra insurgente que ya dura más de 50 años y que ha sido tan difícil terminar. 

Paloma Valencia es fiel representante y heredera de esa casta aristocrática que siempre se opuso al ingreso de Colombia a la modernidad y que la ha mantenido atada a prejuicios feudales como ese de que los mejores honores se ganan en la guerra y que en ella no se debe transigir ni negociar, más cuando se trata de fuerzas insurgentes de izquierda, pues ellas deben ser aniquiladas. Que la libertad religiosa es una ofensa al catolicismo. Que el matrimonio entre miembros del mismo sexo es un exabrupto a la naturaleza y por tanto nunca debe ser aceptado. Para rematar propuso que El Cauca debía dividirse en dos departamentos: uno el de los criollos aristócratas blancos y otros el de los indios y mestizos, dado que en su concepto es imposible la convivencia entre los dos.