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Una vida de carga, el oficio de ser cotero 2 26 abril, 2024
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Una vida de carga, el oficio de ser cotero

Una vida de carga, el oficio de ser cotero 8 26 abril, 2024
Cargando bultos Guillermo genera el sustento de su familia.

Surabastos, más que un espacio para el comercio tiene una historia caracterizada por personas humildes como los coteros de la plaza, aquellos que con su oficio, para muchos invisibles, se convierten en historias de vida, demostrando que no es fácil subsistir en un ambiente en donde la fuerza y la necesidad se combinan.

‘Kalimán’, ‘La Culebra’ o ‘El Gato, como conocen popularmente a Guillermo Hernández, es un sobrenombre que se refleja en su personalidad, haciendo referencia al superhéroe por haber hecho mucho por su vida y su familia, aun cuando sus sueños se centraban en la prosperidad económica y un buen empleo como los de muchas personas, pero le tocó ser un cotero. Guillermo nació en Neiva el 28 de enero de 1961.

Él, pese a su pobreza, es alguien que se goza la vida y responde por su familia. Con un semblante agradable, un tanto irreverente, que sólo habla y habla, regularmente está vestido de un pantalón en jean y una camisa de la plaza coloreada por la mugre particular que lo identifica como empleado, y sus ojos azul intenso que cautivan a pesar de su apariencia.

“A todo el mundo le sirvo y a ratos peleo, pero aquí le mando la mirada a los varones y las mujeres, porque aquí todos comemos y necesitamos por igual, así que hay debo llenar a la gente de atenciones y un buen servicio con mi trabajo”, afirma Guillermo.

En el rostro y cuerpo de Guillermo se evidencia un físico desgastado, pues de sus 52 años de vida ha dedicado 35 a desempeñarse como cotero, oficio que le ha permitido desarrollar una fuerza formidable, cargando bulto a bulto en la plaza de mercado.

“Trabajo desde cuando tenía 15 años en la galería central. Desde allá mi amigo Fabio me puso ‘Kalimán’, a mí me conocen desde hace muchos años. Aquí en Surabastos estoy desde que nació mi hijo que tiene 15 y aquí también todos me conocen y hasta preguntan por mí”, expresa ‘Kalimán’.

Un día en la vida de ‘Kalimán’

Se despierta todos los días a las una de la madrugada para arreglarse y salir desde el lote 337 del sector de Villa Colombia hacia su trabajo en la plaza de mercado de Surabastos. Al llegar allí se pasea por toda la plaza, de negocio en negocio, buscando mandados o personas que necesiten ayuda con su mercado.

‘Kalimán’ sale de su casa y toma junto a un grupo de personas un taxi que le cobra 2.000 pesos por su pasaje hasta el lugar donde inicia su faena diaria, cargando pesados bultos.

“Llego a las dos de la mañana y espero en la puerta, y a las tres de la mañana que ingresan a cargar los camiones ingresamos a trabajar, somos como 30 los que llegamos a buscar una oportunidad de conseguir dinero en los días de carga”, cuenta Guillermo.

Cuando se da tiempo come algo en alguna cafetería y sigue buscando clientes para ajustar el diario y no llegar a casa sin el dinero para cubrir las necesidades básicas.
Al terminar su día laboral, a las 12:30 del mediodía, va a su casa a descansar y realizar labores del hogar en compañía de su adorada esposa Rubí Arciniega, con quien contrajo matrimonio en junio; su hijo de 15 años Juan Sebastián, su razón de vivir; y su suegra.

“Por las tardes duermo un rato, me pongo a hacer cosas en la casa y a esperar que el tiempo transcurra para empezar de nuevo a trabajar”, cuenta ‘Kalimán’, siempre muy atento a lo que se mueve a su lado para no dejar ir al cliente mientras responde la entrevista.

Vive de cargar y descargar

“Yo le llevo señor, yo le llevo el bulto, yo le cargo lo que necesite”, grita por toda la plaza ‘Kalimán’, afirmando que hay personas que le tienen la confianza suficiente para despacharlo con un bulto de papa o el dinero de la venta sintiéndose tranquilos”, asegura Guillermo.

El hombre que vive de cargar bultos gana entre 10.000 y 18.000 pesos al día cuando son días de plaza, es decir, entre 300.000 y 540.000 pesos al mes, con lo que cubre el alimento, los servicios públicos y las demás necesidades del hogar. Guillermo, como todos sus compañeros coteros, no tiene seguro de salud ni puede soñar con una jubilación para él o su familia.

Aunque el cuerpo y la juventud desaparezcan con el paso del tiempo, ‘Kalimán’ ya no puede cargar sobre su hombro el mismo peso que hace unos años, pues se echa encima aproximadamente más de una arroba de productos varios, al igual que en sus manos, donde también empuña lo que alcance para poder terminar rápido y así ganar un poco más de dinero, muy a pesar de las dolencias que le causa su hernia, la que adquirió por el peso que carga.

Guillermo a su edad afirma que nunca ha consumido drogas, ya que no llamaron su atención y mucho menos le han gustado, esto muy a pesar de que la gente lo vea sucio y lo califiquen como un habitante de la calle. “El hecho de estar sucio no me importa, porque yo estoy trabajando y a nadie le hago daño”, narra ‘Kalimán’.

“Me dicen cotero porque uno es un ‘parcero’, no me molesta que me llamen así desde que no me lo digan arriándome la abuela, está bien, y en realidad en este país ser cargador de bultos es ser un cotero”, dice el hombre que siempre sonríe.

Un sueño, una vida

A pesar que su trabajo le permite elegir un horario y disposición, Guillermo tiene claro que necesita diariamente buscar el dinero para poder ayudar a su hijo en los estudios, además de conseguir los ingresos que sustenten los gastos de la familia. “El día que uno quiere no viene a trabajar, pero siempre hay que tener claro que debe salir a buscarse lo de la comida”, expresa.

No obstante, que pase desapercibido dentro de la sociedad, Guillermo Hernández, ‘Kalimán’, tiene sueños y el suyo siempre ha sido poder tener una vivienda propia, porque beneficiarse de un trabajo diferente al que tiene, a su edad, ya es muy difícil y peor, porque no sabe leer ni mucho menos escribir, afirma el hombre.
“Mi esposa me pide que yo me retire, pero si Dios me lo permite yo muero en este oficio; sin embargo, ya mis fuerzas no son como antes y tal vez ya no produzco lo que producía hace unos años”, concluye Guillermo.

Guillermo y ‘Kalimán’ son una misma historia, un mismo personaje que se visten de alegría y fuerza para poder salir adelante, un hombre que con 52 años de edad ha logrado sacarle provecho a la vida desempeñando un oficio que existe, pero nadie ve, una labor que muchos valoran y otros desprecian, sin embargo, él siempre dice “gracias amigo, que Dios lo bendiga”. 

Una vida de carga, el oficio de ser cotero 9 26 abril, 2024
La espalda de ‘Kalimán’ ha soportado pesados bultos, racimos de plátano, cajas y demás productos.

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