La Nación
OPINIÓN

Voluntad de servicio

Hay frases y oraciones que en el argot político se han hecho repetitivas, pero a pesar de ser sólo un conjunto de palabras retóricas, fosilizadas y mentirosas se siguen utilizando. Y lo peor, mucha gente les sigue dando credibilidad. Casi todos los aspirantes a cargos políticos, bien sean estos de nivel nacional, departamental o municipal, las pronuncian sin sonrojarse pese a que muchos de ellos son trimotorizados: tienen auto, son conocidos de autos o han tenido auto de detención a causa de actuaciones non sanctas en el manejo del erario. La más usual es “Quiero demostrar una vez más mi voluntad de servicio a mi país” (o a mi Departamento o a mi ciudad según el caso). Y en el transcurso de sus campañas se declaran defensores de la democracia y adalides de la transparencia en el manejo de lo público.

Pero lo que hay de trasfondo en esas palabras vacías es otro tipo de voluntad: la de querer continuar sus prácticas corruptas que son verdaderos abusos de poder en beneficio de sus intereses personales o partidistas, sin que les importe en lo más mínimo trabajar por el bienestar de la gente a través de la ejecución de políticas públicas, planes programas y proyectos orientados a superar la pobreza y la desigualdad. Para tal fin acuden a procedimientos muy conocidos a lo largo de la historia nacional tales como el clientelismo político, los sobornos, la compra de votos en coyunturas electorales, el ofrecimiento de puestos públicos y prebendas o, en otros casos, a los atentados criminales contra los adversarios políticos o líderes populares y periodistas que los denuncian, buscando así su eliminación física para acallarlos.

Dichos procedimientos además de corruptos son corruptores, pues envilecen la conciencia de los electores creando así una de las perversiones más comunes en el país: la cultura del vivo. Para nadie es un secreto que muchas personas quieren llegar a ser funcionarios públicos de la mano de politiqueros corruptos para enriquecerse de manera deshonesta a costa de los dineros o los bienes públicos. Si lo logran llegan incluso a ser admirados en sus círculos familiares o de amigos. Es como si ganaran una lotería, cuyo boleto pagaron con la venta de su conciencia. Pero si, por el contrario, se trata de una persona honesta que accedió al cargo en virtud de su preparación personal y demuestra un buen ejercicio de sus funciones, entonces es visto por muchos como un bobo o como “un pendejo” que no sabe aprovechar las oportunidades.

Al corrupto en la mayoría de los casos no le pasa nada. Todo lo cubre el espeso manto de la impunidad. Y el político corrupto casi siempre logra su reelección o la consigue a través de interpuesta persona. Para decirlo en lenguaje popular son aviones, son avionsísimos, es decir, son delincuentes de alto vuelo. Y hasta usan en sus campañas lemas publicitarios tomados de compañías de aviación, como el ya famoso con que se promociona por la internet la campaña LifeMiles de la empresa Avianca.