El tema de salud pública en pleno siglo XXI debe tener un alcance acorde a los avances que ha tenido la ciencia los últimos años y su estado del arte. Me encuentro sumamente preocupado por el escepticismo que existe en la sociedad sobre este asunto. Para empezar, les comento que durante esta pandemia ocurrió algo inédito e increíblemente alarmante pues acerca de 3700 personas cometieron suicidio, es decir, un promedio de 7 personas al día. Mucho se habla de la necesidad de invertir en las instalaciones físicas y en la preparación académica de los próximos médicos generales; Sin embargo, no muchos mencionan la profunda necesidad de promover el cuidado mental de niños, jóvenes y adultos. Enfermedades como: la ansiedad, depresión, déficit de atención, trastorno obsesivo compulsivo, entre otras, son situaciones normalizadas y como dicen generalmente las personas “se pasan con una agüita” o lo atribuyen de forma mediocre a nuestra generación, llamándonos “generación de cristal”. Lo cierto es que la salud mental no es un tema nuevo que nos hayamos inventado en los últimos años, lo que pasa es que hasta ahora se le está dando alguna relevancia.
A casi menos de un mes de la primera vuelta presidencial observo que en los debates presidenciales no se le da la debida relevancia al tema, no se habla de sus planes de gobierno o sobre las acciones a seguir para tratar la situación, y aunque las mencionan tangencialmente, en realidad no hay una clara línea sobre las acciones a seguir. Ahora bien, más que una crítica es una invitación a que por favor no dejemos pasar estas situaciones como si fuesen algo que se puede tratar con simples prácticas caseras o con métodos de autosuperación. Es un deber como seres humanos cuidar a nuestras familias, amigos y compañeros acerca de esta “nueva pandemia”, ya que las enfermedades mentales como cualquier otra patología requieren de una ayuda profesional.