La Nación
COLUMNISTAS

Yo tengo un sueño: la paz

 
Emulando al gran discurso de Martin Luther King, pronunciado el 28 de agosto de 1963 en el monumento a Lincoln en Washington D.C, quiero señalar algunos elementos necesarios para conseguir el sueño de la paz para nuestro país. Lo primero es reconocer que la paz no es un como algunos imaginan la ausencia del conflicto. La paz es aquel escenario en donde emerge el conflicto pero sus dinámicas no contemplan la utilización de la fuerza para la solución de los mismos, por eso la literatura especializada señala que debemos hablar del manejo de los conflictos y no de su solución, pues ellos se viven transformando constantemente y como la energía, cambian de estado pero nunca desaparecen.
 
Claro que debe continuar el conflicto, pero la paz es aquel ambiente en donde es posible que existiendo conflicto, este se resuelva a través de la justicia, ningún bien más importante e insustituible como patrimonio de una sociedad es la justicia.
 
De esta forma, ¿cómo pensar que pueda existir justicia cuando los justos, los pobres, los campesinos, las mujeres, los líderes comunitarios, los defensores de derechos humanos, los niños y las niñas, los jóvenes, los afro-descendientes, los indígenas y en general las personas  de a pie son los que reciben el gran peso de la justicia y los rezagos de la misma cuando se trata de reivindicar sus derechos? ¿Cómo pensar que hay justicia en nuestro país? Cuando se prioriza grandes obras de infra estructura (“El Quimbo” o “El sistema integrado de transporte” en Neiva) y no se define un plan definitivo para acabar con el índice de desnutrición crónica, con la violencia cotidiana, con el hambre, con la pobreza extrema, con la inseguridad, con el analfabetismo, con la miseria de nuestros campos y el desprecio y la poca valía de los recursos públicos por parte de los corruptos que desangran nuestro presupuesto, con una justicia eso si benevolente y dispuesta a colmar de impunidad la responsabilidad de los mismos.
 
No señores, cuando se habla de paz, los valores vuelven a tener su sentido originario, los corruptos, los que se han enriquecido no por el mérito de sus coherentes acciones, sino por sobreponer el interés particular al interés público van a la cárcel, son sancionadas disciplinariamente, sus bienes son confiscados y regresan al presupuesto público que debe estar en manos de aquellos a quienes descarada mente se les ha negado y se les seguirá negando lo que les corresponde.
 
La verdadera paz está en el campo y en las ciudades en la lucha política para que los virtuosos nos gobiernen y por eso la invitación sigue vigente como lo diría Luther King “Siempre tendremos que conducir nuestra lucha en el plano alto de la dignidad y disciplina. Una y otra vez debemos elevarnos a las majestuosas alturas del encuentro de la fuerza física con la fuerza del alma”, luchemos por la paz verdadera.
 
*Docente Usco