Por: Jorge Luis Salcedo
El doctor Fernando Vela médico reumatólogo de 42 años de edad, quien laboraba en Florencia y era propietario de una IPS en el Caquetá, fue asesinado por sicarios en moto. Se caracterizaba por ser un defensor del medio ambiente y ecologista por hobby, pero desafortunadamente parece que algo que defendía le producía escozor, o, estorbo, a personas que atentaban contra el medio ambiente, pues el Dr. Vela no tenía, aparentemente, mas causales de enemistad que sus principios filosóficos por los cuales luchaba como lo han hecho otros líderes hombres y mujeres del campo que solo piensan en ser honrados y honestos con la sociedad y el medio que les rodea. En fin, éste tipo de actos que sólo Dios castigará pues aquí en Colombia mientras no exista una reforma total a la justicia se seguirán viendo crímenes que queden impunes.
Me duele la muerte de cualquier ser humano, incluso, la de aquellos que son asesinos por profesión, pues la sociedad los llevó a esos extremos y se enredaron en ambientes oscuros de los cuales nunca saldrán, pues muchos han llegado allí por la drogadicción que hace, que por efecto de las drogas pierdan el miedo a la muerte y se enfilan a atacar donde sea, ya sea en las calles, o, en las selvas de nuestro país.
Algún día estuve visitando la fundación La Luz, en Chinauta, y charlando con uno de los adictos (quien había participado en varios homicidios pagados), me comentaba que la mayoría, o, casi todos, los hacía bajo los efectos de la droga. Sin embargo, la justicia no lo había tocado nunca, y, así existen en las cárceles de Colombia muchos muchachos que están pagando penas por un crimen, aunque comentan que el resto de los que realizan nunca son investigados y quedan impunes.
En los penales de mujeres la cosa es diferente, aunque muchas son adictas sus delitos, la mayoría son por cuenta de estupefacientes. Sólo conocí a una criminal muy bella con cientos de crímenes a cuestas y que lo hacía por negocio y por mantener a sus hijos. Ella se había enriquecido y sabía manejar sus finanzas al punto de retirarse de su “negocio”, para vivir de la renta. Muchas mujeres, la mayoría no deberían estar en la cárcel, pues sus maridos las habían abandonado con hijos y tenían que dedicarse a la venta de estupefacientes.
Ellas le salen caras al Estado, pues sus hijos pasan a Bienestar Familiar y el Estado debe mantenerlas a ellas y a sus hijos, lo cual sale más costoso que reeducarlas fuera de la prisión.