La Nación
COLUMNISTAS

Discurso nocivo

El comentario de Elías

El discurso de Oscar Iván Zuluaga, candidato presidencial por el Uribe Centro Democrático, como cualquier discurso político, ejemplifica la mecánica política, tan nociva como la de una droga. Sirve para maquillar ruinas y despertar ilusiones. Somnífero lingüístico, crea dependencia y adicción. Agua de mar que, según Sábato, el náufrago bebe y peor es su sed. A mayor desastre, más política; a más política, mayor desastre. Círculo infernal. Como la religión, la política también funciona como un narcótico social.
Inocula su tóxico en discursos proyectados al futuro, a un mundo ideal, irrealizable. Inventa tierra de ensueños para hacer soportable las calamidades del presente. ‘Colombia será un país más viable’ promete el candidato. La angustia de un pueblo que vive en el infierno y aspira obsesivamente al cielo actúa como cómplice. Usufructúa tales zozobras para hundirlo con trampas del lenguaje, someterlo con esperanzas adictivas en un mañana eternamente esquivo.

Discurso pomposo para inflamar la egolatría patriótica: ‘Pensar en grande para recuperar la confianza del pueblo colombiano y retomar el rumbo perdido en manos del presidente Santos’. Mesiánicos y peligrosos, portan verdades discutibles que generan penurias y violencias. Surgen contaminados con expresiones vacías: ‘La verdadera paz se construye con la seguridad democrática’. Casi un slogan rimbombante e inútil; sirvió muy poco durante ochos años del uribismo. No controló las masacres de paramilitares, ni las extorsiones de las guerrillas, ni el desalojo de campesinos que perdieron sus parcelas ante la indiferencia estatal. Fue, es y será otro alucinógeno.

Discursos complacientes para desactivar rencores y promover feligresía. Con astucia, manipulan los deseos apremiantes de la gente, le dicen lo que anhelan oír: ‘No crearé entes burocráticos, con el fin de sanear las finanzas de la salud y empezar a trabajar en un sistema enfocado a la prevención y a la importancia del paciente’. Como si la burocracia no fuese el festín electoral y el dinero, no el paciente, el principal incentivo de la salud. Relatos tan extensos como el mar y tan reales como una charca. ‘Cuanto más siniestros son los deseos de un político, afirmaba Aldous Huxley, más pomposa, en general, se vuelve la nobleza de su lenguaje’.

Discursos de plazas públicas, dirigidos a elites nacionales e internacionales, los verdaderos ciudadanos a quienes hay que proteger ‘la vida y darle seguridad’. Psicología de publicidad para vender imagen a los efectivos electores, los promotores del voto político. Construcción cultural urgente de cambiar por un voto ciudadano, un voto inteligente, un voto científico, el servicio ciudadano y del ser humano.
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