En esta semana se celebran los infortunados hechos de hace 68 años, cuando dos bombas atómicas fueron lanzadas a las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki por parte de Estados Unidos, con una pérdida aproximada de 220.000 personas.
La historia trata de justificar estos hechos como insalvables; sin embargo, se hubiera podido evitar esta tragedia si los científicos hubieran puesto su conocimiento al servicio de la paz.
El avance tecnológico del siglo XX superó todo lo que había descubierto la humanidad. Las pruebas que se hicieron especialmente al Plutonio y al Uranio sobre la reacción en cadena mediante la fisión del núcleo, logró materializar una búsqueda de la nueva era de los científicos como es la de liberar una gran energía con un mínimo esfuerzo. Fue así como los conflictos alimentaron los deseos de liderazgo mediante el uso del poder atómico al final de la Segunda Guerra Mundial. Estados Unidos aceleró las investigaciones ante la advertencia que Alemania estaba en ese mismo camino.
Japón estaba a punto de rendirse por la pérdida del apoyo de la Unión Soviética, pero a pesar de todo Estados Unidos optó por la vía más cruel y despiadada como fue arrojar el 7 de agosto una bomba atómica en Hiroshima y el 9 de agosto otra en Nagasaki. Como una barbarie, no se seleccionaron blancos militares sino poblaciones especialmente civiles y edificaciones que en nada tenían que ver con el conflicto como los hospitales.
Las consecuencias fueron devastadoras e incalculables. El Emperador Hirohito se rindió y evitó una tragedia mayor porque nuevas bombas atómicas estaban programadas para seguir impactando la isla de Japón.
El tiempo borra quizás las huellas pero no las cicatrices. La economía japonesa es de las más fuertes del mundo. Luego de ese impactante hecho, Estados Unidos trató de resarcir el daño con una importante inversión en Japón, la cual fue aprovechada por la mentalidad disciplinada y solidaria de la cultura japonesa para sacar adelante un país y convertirlo en un modelo de desarrollo económico.
Las fechas no se olvidan y quizás persista su recuerdo por décadas para recordar una de las tantas “locuras” de la humanidad, que en vez de utilizar su mente para construir hay ocasiones en que la utiliza para destruirse a sí mismo.
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