La Nación
COLUMNISTAS

El festín electoral

El derroche de politiquería y corrupción descarada y sin antecedentes, registradas en la administración pública y que de cualquier manera alimenta las campañas políticas, en todos los eventos electorales, deben motivar a los ciudadanos honestos, a pensar y tomar decisiones sobre el futuro político de la nación.

Los últimos 22 años y a pesar de la nueva Constitución, no tienen antecedentes. Institucionalizaron el caos, la anarquía y la corrupción. Nunca antes había habido tanta desfachatez y cinismo en las altas esferas del poder, para defender intereses mezquinos y negar y burlar los derechos democráticos elementales de los ciudadanos. Mayor la gravedad, cuando el contagio de la inmoralidad del poder, a manera de endemia, invade el tejido social colectivo y se constituye en factor de cultura ciudadana.

No hay renovación del Congreso, ni de sucesión en la presidencia. Los sucesivos resultados electorales, la mañosa y calculada designación o elección de unidades de poder, las componendas negociadas durante la aprobación de las leyes, y los siniestros niveles de concupiscencia del poder, lo comprueban.

Tal como se advierte el festín electoral presente, nada constructivo y de cambio se puede esperar. La unanimidad alrededor del ponqué presupuestal inhibe la razón de toda la jauría. El cinismo es macabro. Lo llaman el partido de la U o de la unanimidad, prueba irrefutable que colapsaron las ideas, los principios y la ética pública.

Hasta los verdosos, que para hacer alarde de su actitud ecológica-ambiental, decidieron practicar el reciclaje. El espécimen reciclable lo ubicaron en París. Irreciclable por su puesto, pues su precaria condición humana, la desnudó durante el secuestro, en particular con su fiel coequipera Clara Rojas, con su fallida demanda contra el Estado, con su cínica desfachatez contra su pareja Carlos Lecomte y renuncia a la crianza de sus hijos. Esa es la joya de la corona de los verdosos, que pretenden imponerla, dizque en el Congreso o hasta en la presidencia.

Los ‘nuevones’, la mayoría actuando bajo el embrujo de las gabelas que garantiza el poder del régimen, irremisiblemente harán causa común con la irresponsabilidad del poder. El poder constituido es así. Lo demuestra la posición que mantienen sobre decisiones que pueden beneficiar o destruir los derechos fundamentales de las mayorías.
Son las perspectivas siniestras, que sin alarmismo se avecinan y amenazan a Colombia. Son perspectivas de no futuro.

Una gran coalición de colombianos de bien, puede revertir el colapso social y político. Hay gente buena aún. Por eso el primer paso debe ser votar en blanco en marzo y convocar un gran plebiscito en junio próximos.