La Nación
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El programa político de Jesús

« Viendo la muchedumbre, Jesús subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios… ». (Mateo 5, 1-12)

Este texto de las bienaventuranzas nos da la clave para comprender el Reino que ha venido a construir Jesús.
Ellas son, simultáneamente, una crítica y una propuesta ética. Son una crítica para aquellos que ponen toda su confianza en el poder y en el dinero; muchas personas no dudan en usar todos los medios, aun los más bajos y torcidos, con tal de alcanzar los fines que se han propuesto. Son una propuesta ética porque trazan un camino de felicidad absolutamente original, que no se apoya en los bienes materiales que se acumulan sino que se conquista en el corazón de cada uno. Proponen un camino de felicidad a través de la conversión del corazón y de la paz interior.

Las bienaventuranzas son revolucionarias porque establecen unos indicadores de logro y de éxito que nadie había imaginado. Más aún, para una sociedad como la nuestra que ha prescindido de Dios y que sólo piensa en la satisfacción cortoplacista, las bienaventuranzas parecen un camino absurdo que no conduce a ninguna parte. Las bienaventuranzas, en la sencillez de su formulación (dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios; dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los hijos de Dios), tienen un potencial fantástico capaz de recrear las relaciones sociales y de dar un viraje radical a la convivencia ciudadana. Ciertamente la vida en nuestros pueblos sería muy diferente si avanzáramos por esta ruta de las bienaventuranzas. Ellas nos proponen la utopía cristiana en cuanto señalan el ideal que debemos buscar, sabiendo que en esta vida nunca lo alcanzaremos plenamente, aunque sí podremos acercarnos a Él. Las utopías nos hacen soñar, nos sacan de la mediocridad, las utopías generan procesos de cambio. Las bienaventuranzas son la expresión de la más sublime de todas las utopías, la construcción del reino de Dios en medio de los avatares de la historia.

Queridos lectores, les invito a vivir el firme propósito de poner en práctica las bienaventuranzas en nuestra vida diaria:
Controlemos nuestra avidez consumista y no permitamos que el dinero se convierta en el absoluto de nuestras vidas: dichosos los pobres en el espíritu.

Desterremos de nuestro corazón las envidias y rencores: dichosos los limpios de corazón.

Compartamos lo que somos y lo que tenemos con las personas que nos rodean, en particular las más necesitadas: dichosos los misericordiosos.

Controlemos el mal genio y los brotes de intolerancia en nuestras relaciones interpersonales: dichosos los que trabajan por la paz.
Nota: En este domingo, fiesta de la Presentación de Jesús, felicitaciones a todos aquellos religiosos que han escogido la Vida Consagrada.

Sugerencias al e-mail: elciast@hotmail.com