La Nación
COLUMNISTAS

Envidia

Es un sentimiento negativo, contra un estado de unas personas que poseen una cierta felicidad o estabilidad. Este sentimiento se produce por ejemplo al ver dos personas o una pareja que llegan a su tercera edad en paz, en tranquilidad y rodeados de amor y el cariño de hijos y nietos al igual que su familia en general. Aquí en el Huila y en muchas partes del país, podemos encontrar claros ejemplos de familias grandes que no pierden su unidad ni sus afectos; que por el contrario hacen que se consoliden empresas familiares grandes y poderosas. Hay casos no sentimentales, sino materiales que despiertan la envidia y los celos desde que los humanos son infantes, como por ejemplo un juguete o luego un juego electrónico y posteriormente, ropa, zapatos, carteras y celulares de marca.

Cuando dicha envidia se despierta (la material) es dañina y puede provocar en ocasiones hasta conflictos que se degeneran, como el conflicto que tiene actualmente Colombia, que es desencadenado por las ansias de poder económico y territorial invadiendo y robando a gente de escasos recursos, pero también llegando al extremo de matar para quitar.

Hoy Colombia se debate en ese conflicto, en el cual los poderosos de la izquierda (Farc) y los poderosos de la derecha (Auc), se pelean para ver quién le quita más a quien, o, quién se queda con más. Ese es todo el conflicto que en parte es patrocinado por los ricos de la izquierda y de la derecha, que siguen y seguirán siendo los mismos, ahora defendidos por César Gaviria con la invención de “leyes chimbas” que tapan a todos los criminales de cuello blanco, como por ejemplo el magistrado Pretel que maneja los juicios del reintegro de propiedades de los desplazados, y a su vez, es propietario de una finca expropiada por las Auc.

Quienes pertenecemos a la clase media colombiana, solo podemos mirar el conflicto como un partido de tenis o ping-pong. Podemos observarlo, más no podemos hacer nada, ni siquiera abuchear a los jugadores. Por eso me gusta más el fútbol uno va y descarga toda la adrenalina, grita, brinca y opina a su estilo si la jugada fue o no válida o si el árbitro está cargado contra un equipo. Como el caso del penalti contra Santa Fe cuando ganaba 2-1 al Huila, que fue una demostración clara de “teatro” de un jugador que se tira en plancha como si le hubiesen tirado a matar y ni siquiera es tocado.