La Nación
COLUMNISTAS

¡Esperanza!

Cuando termina un año,  en algunas culturas se hacen todo tipo de pronósticos acerca del futuro, premoniciones que la mayoría de las veces anuncian bienaventuranzas de distinto  género, particulares y universales, muchas apoyadas en el horóscopo o ritos mágicos,  producto de creencias supersticiosas y agoreras.

 Con esas predicciones infundadas se suele  alimentar la esperanza de un alivio y es por ello que,  a las doce de la noche del 31 de diciembre, desearle al mundo un feliz año lleno de prosperidad es una manifestación explosiva del ánimo. Probablemente saludable para los deprimidos.

   Sin embargo, si lo que estimula el buen ánimo con que se mira el futuro es la esperanza conveniente resulta descifrar su significado. La esperanza se quedó encerrada en la Caja de Pandora,  según  cuenta la mitología. Pandora, se tiene entendido,  fue creada por Zeus para que llenara de males la vida de los hombres, males que ella guardaba en una ánfora que un día resolvió abrir y dejarlos salir a todos y solo quedo ahí en esa caja o recipiente la esperanza! Dedúzcase lo que se quiera.

Hay un considerable volumen de voluntades deseosas de que el país alcance la paz. ¿Cómo lograrla? El Gobierno se ha propuesto una tarea que persigue brindarle a este pueblo armonía, justicia y concordia, propósito que tropieza con rémoras que hacen difícil el camino. Esos obstáculos son los que hay que derrotar pero no apelando a la esperanza, sino utilizando la fuerza de la voluntad y la inteligencia para convencer  al prójimo de que esa es la mejor solución a los muchísimos problemas ancestrales de la Nación.
 
 Hay otras alternativas en los sueños que se quieren realidad. Soñar es dar cabida en la mente  a las frustraciones de la vida y existen reyes amargados que guardan la ilusión de someter el mundo a sus pies. Son estos los que insisten en la guerra porque creen que en río revuelto la ganancia es de los pescadores y no de los amargados peces. Es la pandemia del poder.
 
 Para el futuro, esa ilusión que se anida en el corazón, lo ideal y lógico es sembrar el amor, sus frutos serán una cosecha universal que no dependerá del azar si no  de la solidaridad, del valor para renunciar a los egoísmos y vanidades sin pensar en otra recompensa que en la satisfacción personal. Hay que sembrar para el mañana y no precisamente en el amanecer personal, hay que dejarle una alegre herencia a los que viene a sucedernos en  este valle de lágrimas. Piénselo bien y no se dejen manipular por los demonios.