Un campesino laboyano, está dispuesto a metérsele al rancho a las grandes tiendas de café del país e incluso del mundo. Les quiere hacer la competencia, de hecho, ya comenzó.
Es que así de amplia es la mentalidad de Javier Sanjuan, un hombre de campo, nacido en Bruselas, corregimiento del municipio de Pitalito y que desde hace 39 años vive, ama y respira café.
"Soy cultivador por convicción, por herencia. Me levanté detrás de las matas de café porque primero fui recolector, unos tres o cuatro años en diferentes fincas. Luego mi papá adquirió una tierrita y comenzamos a sembrar nuestras primeras matas, en Bruselas, vereda La Guandinosa", recuerda Sanjuan.
Y fue ahí que Javier comenzó a acariciar la idea de ser algo más que un cultivador de café que vendía el grano, húmedo. Para empezar, poco a poco se fue ganando la confianza de sus vecinos hasta que fundó el primer grupo juvenil que se dedicaba al cultivo de este producto.
Pero fue hasta que viajó con sus compañeros al Eje Cafetero que sus ganas de mejorar comenzaron a tomar forma. Allí conocieron de los avances de la tecnología en este sector y las variedades del grano.
Había más
Y no paró ahí, Javier Sanjuan luego fue secretario de la junta de acción comunal y hasta parte de un club de amas de casa.
Poco después llegó al comité municipal de cafeteros, por elección popular en Pitalito donde por 16 años lideró la caficultura lo que le permitió tomar mayores fuerzas y crear un grupo asociativo.
Fue en el 2005 cuando con el apoyo de la Federación de Cafeteros, Sanjuan participó en grupo en el concurso Taza la Excelencia, lo que en adelante comenzó a impulsar aún más a otros a participar en esta clase de concursos.
Además, eso permitió también que muchos de los cafeteros como él, se interesaran en certificar sus fincas y de paso conocer más de las distintas variedades de café.
Un año después, quiso probar suerte solo en el concurso, y además viajó a Estados Unidos donde participó en una feria cafetera en Seattle, y de paso conoció a quienes serían sus clientes, aquellos que luego de degustar su café, quisieron comprarle todo el grano posible.
Ese grano que cultiva en su finca ubicada a 22,5 Km de Pitalito, por la vía pavimentada que conduce al Putumayo, en la vereda Villafátima del corregimiento de Bruselas.
Los dos años siguientes, Sanjuan fue finalista y en 2009 fue escogido como subcampeón en Taza la Excelencia. “Eso me convirtió en una especie de imagen representativa de muchos cafeteros. Cogí rumbo y a raíz de eso me escogieron para ir a otra feria en California pero no pude viajar porque se me venció la visa. Pero pude ir a Inglaterra, donde conocí más clientes de Japón, Tahilandia, España y Estados Unidos”.
Como si fuera poco, la finca de Sanjuan resultó ubicada en segundo lugar entre aquellas donde mejor ejecutaba procesos de descontaminación y limpieza de café. Eso lo llevó a Perú y allí conoció otras experiencias que luego vino a aplicar en su propia tierra.
Desde entonces, han pasado varios años cuando Javier Sanjuan comenzó a tostar su propio café, inclinándose por los especiales.
La gran idea
Las cosas iban bien para Javier Sanjuan, y tras ganarse el premio Taza la Excelencia, algunos en la Federación de Cafeteros le dijeron que querían verlo en carro nuevo, pero este cafetero experimentado quería otra cosa.
Consultó con su familia, porque además con el dinero del premio había que pagar algunas deudas en el banco. Y fue entonces cuando les soltó la bomba: quería montar una tienda de café.
Tras pagar lo que debía, Sanjuan invirtió lo que le quedó en la compra de una máquina para preparar café exprés y arrancó con su familia en la primera tienda de café, la montó en el corregimiento de Bruselas.
El sitio se llamaría Boscafé Sanjuan, corría el año 2009, y la clientela pronto creció, es decir, la idea caló y tuvo éxito.
El negocio iba bien y había que expandirlo. Por eso, dos años después montó otro café en Pitalito, pero las cosas no marcharon como se esperaba y hubo que cerrarlo.
Vuelve y juega
Sin embargo, Javier Sanjuan no se desanimó, esa no era su costumbre. Se le metió en la cabeza que quería volver a insistir con otro café, y abrió las puertas al público de otro negocio pero esta vez en una mejor ubicación.
“Lo instalé al lado del Comité de Cafeteros y la tienda cogió rumbo, Boscafé siguió creciendo en corto tiempo en Pitalito. Los turistas compraban nuestro café y se lo llevaban para Europa, eso me entusiasmó más”, asegura.
Con más ganas que nunca de seguir creciendo, Sanjuan pensó que había que aprovechar y lanzarse al ruedo con otra tienda.
Y lo hizo, pidió un nuevo préstamo al banco y con ese dinero montó otra tienda Boscafé Sanjuan ahí mismo, en Pitalito. Además trabaja en el proyecto de tener una Villagarzón, Putumayo.
A estas alturas, la marca ya está registrada. Mientras tanto, Sanjuan sigue pensando en grande. “Mi sueño es incluso poder vender algún día la franquicia. Quiero tener por lo menos unas 20 tiendas en Colombia”, insiste.
En este momento, con Sanjuan trabajan en su mayoría mujeres recolectoras. En tiempo de cosecha pueden sumar hasta 20 de ellas y hombres también.
Pero de manera directa hay trabajo para unas 13 personas, diariamente, entre las tiendas, la finca y la tostadora.
Por qué Bocafé
Según Javier Sanjuan, el nombre de la marca, nació un día cualquiera cuando él descansaba de su jornada, bajo un árbol.
Mientras se tomaba algunos sorbos de una fría naranjada, pensó que de su finca Bellavista debía salir una marca, un nombre que naciera precisamente del ambiente que él a diario vivía, de los árboles, de la limpieza de la naturaleza.
“Yo tengo un café en el bosque, y de ahí salió el nombre, de los bosques, del ecosistema que cuidamos, de la limpieza del agua…por eso se llama Boscafé porque es un grano amigable con el bosque, con el medio ambiente”, sostiene Sanjuan.
En este proyecto, el empresario cafetero dice que tiene mucho que agradecerle a la Federación de Cafeteros, el Comité Departamental de Cafeteros, Cadefihuila, el Sena, Fonade y claro, a su familia.