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‘La ignorancia arrogante’

Sin bombos ni platillos, al menos en lo referido al Huila, transcurrieron los 90 años de publicación de La Vorágine, llamada la “Novela de la Selva”, autoría del más universal de los huilenses: el escritor José Eustasio Rivera. Con corazón herido por la injusticia, el insigne escritor nos pone en contacto con la selva amazónica, sus ritos, encantos y embrujos, sin dejar de lado la aniquilación de más de 80 mil hombres, mujeres y niños aborígenes a manos de la peruana Casa Arana, proveedora de caucho para la industria inglesa. Fue un verdadero genocidio realizado en territorio de Colombia, ante el silencio y la indiferencia cómplices del Gobierno y de las autoridades.

Desde entonces la selva y sus hijos continúan siendo objeto de depredación y despojo. Con cerca de siete millones de kilómetros cuadrados, la Amazonia abarca el 40% del territorio sudamericano y se extiende por nueve países. Es una rica fuente de biodiversidad que contiene cerca de una cuarta parte de todas las especies del planeta. De las 200 mil millones de toneladas de gases de efecto invernadero que la vegetación tropical del mundo atrapa, 70 mil millones lo son por los árboles amazónicos; un solo arbusto del Amazonas contiene más especies de hormigas que toda Gran Bretaña. Se calcula, por otra parte, que cerca del 10% de las emisiones globales de dióxido de carbono originadas en combustibles fósiles son absorbidas por el bosque amazónico.

El científico brasileño Antonio Nobre, explica que un árbol grande, con una copa de 20 metros de diámetro, bombea a la atmósfera cerca de 1.000 litros de agua en forma de vapor, esto significa que entre los 400 a 600 mil millones de árboles en el Amazonas lanzan unos 20 mil millones de toneladas de agua a la atmósfera. En otras palabras, entre la selva y la atmósfera circula un río más grande que el mismo río Amazonas que cada día deposita en el océano 17 mil millones de toneladas de agua.

No cabe duda, la Amazonia es el mayor parque tecnológico de la Tierra y su despiadada deforestación que en las últimas cuatro décadas ha ascendido a 762.979 kilómetros cuadrados, superficie mayor a la de Francia, ha traído como consecuencia graves alteraciones en los patrones de lluvia y severas sequías en el Continente, especialmente en el cuadrilátero comprendido entre Cuibá, Buenos Aires, Sao Paulo y los Andes, con afectación incluso de la Costa Caribe. La deforestación de la Amazonia colombiana avanza al ritmo de 800 kilómetros cuadrados por año. El principal problema es, en palabras de Antonio Nobre, “la ignorancia arrogante”, apuntalada por una débil presencia estatal.