Luchaba por sacar a Juan Sebastián, su pequeño de dos años. Estaba desesperada, las llamas alrededor de ella la llenaron de pánico, solo quería sacar a su hijo que se había enredado en el toldillo de su cama.
Con su segunda hija entre sus brazos, en medio del susto y el dolor en su espalda y antebrazo izquierdo luego de quemarse con el vapor del fuego, intentaba desenredar las piernas de Juan Sebastián, no le importaban las quemaduras, solo sacar a su familia de la pequeña casa que rápidamente se iba consumiendo por las llamas.
No supo cómo sucedió, ni por qué le pasó, solo que fue un corto circuito lo que generó la conflagración y le agradece a Dios que ella y sus hijos hayan salido con vida del lugar.
“Estaba durmiendo al lado de los niños (Juan Sebastián de dos años y Salomé de un mes de nacida, ambos hijos suyos), de repente abrí los ojos porque escuché algo, como una ‘chasquido’, pensé que eran los de la Electrificadora, pero no le presté atención y seguí durmiendo, después sentí calor, abrí los ojos y vi candela, la colchoneta y el icopor estaban encendidos, me asusté y me paré para sacar a mis hijos del rancho”, narró María Alejandra Bedoya, la joven que lo perdió todo en el incendio ocurrido hace dos días en el barrio José Eustasio Rivera de Neiva.
Estaba asustada, sentía un ardor en su mano derecha, el icopor del techo de su casa goteaba sobre ella. Se levantó de su cama y se dirigió con Salomé hacia la puerta de la calle a quitar el candado. Las llamas no le dieron tiempo de nada, ni de sacar sus pertenencias. Solo pensó en sus pequeños. Al quitar el seguro corrió donde su hijo, estaba dormido, intentó sacarlo, pero sus piernas se habían enredado en medio del toldillo con el que dormían minutos antes, el temor recorría su cuerpo, el vapor de las llamas también, le quemaron su espalda, pero eso no le importó. Como pudo logró sacar a Juan Sebastián, con los dos en sus brazos llegó hasta la calle y comenzó a gritar, pedía auxilio a su vecina -Delfina-.
“Le gritaba a la vecina de al frente, le pedía ayuda”. Delfina, como se llama su vecina- al escuchar los gritos pensó que María Alejandra peleaba con su pareja (el papá de los niños), pero al asomarse a la ventana observó el humo expandirse y a la joven frente a su vivienda llorando y con sus pequeños a su lado.
“No logré sacar nada, solo a mis hijos. El papá de ellos había salido a trabajar desde temprano, así que solo estábamos los tres. Lo primero que hice al salir de la casa fue pedirle ayuda a mi vecina, ella corrió a sacar agua e intentar apagar el fuego, pero ya las llamas habían crecido y la casa estaba totalmente incinerada”, contó a LANACIÓN.com.co Alejandra, de 19 años de edad y quien ahora vive con sus dos niños en la casa de su madre.
Había llegado al barrio hace seis meses (en mayo), aun esperaba a Salomé, allí construyó el pequeño rancho junto al papá de sus hijos, “lo armamos con tablas y en el techo le habíamos puesto icopor para que no entrara tan fuerte el calor”.
Un nuevo comienzo
Piden la colaboración de sus vecinos, de los ciudadanos para que les colaboren con ropa, comida y demás necesidades. “Los vecinos nos han ayudado mucho. Yo solo tengo la ropa que llevaba puesta ese día, la ropita de mi hija, la que le dieron en el baby shower se le quemó, todo lo perdimos”, narró María Alejandra mientras se mecía en una silla y cargaba a Salomé en sus brazos.
Alejandra guarda las esperanzas de tener nuevamente un hogar, “ojalá uno de ladrillos que es más seguro”, dijo. Vivir al lado de sus hijos – Juan Sebastián y Salomé- y de su compañero -padre de los niños- quien la ha acompañado en este duro proceso y en el que solo quedan los recuerdos y las cenizas.
Las personas de buen corazón que deseen ayudar a esta humilde joven, pueden comunicarse al siguiente número telefónico: 313 827 4439.
