Carlos Eduardo Amézquita
El Presidente Nicolás Maduro resultó ser un gobernante incomprendido, visionario, obstinado y valiente, pocos como él que decidieron adelantarse en la utopía del “Socialismo Siglo XXI”, haciendo caso omiso al “neoliberalismo salvaje” por el que atraviesa el Planeta.
Su Mandato representa el poder popular en Venezuela y curiosamente aplica herramientas Neo-Keynesianas para gobernar “a lo siglo XX”, incluso tejiendo cada decisión en forma de “crochet” institucional.
La Derecha del continente se estremece al imaginar la resurrección de la Izquierda Latinoamericana. Muchos críticos y analistas del suceso, a nivel internacional, se han ido a los manotazos por tratar de entender lo que pasa con este Estadista innovador.
Unos a favor y otros en contra. Están quienes subrayan la responsabilidad que le cabe a los actores sociales internos, aliados con EEUU y con el sector privado; otros ponderan el alto respaldo popular a su decidida gestión. Lo real es que el mundo continuará expectante sobre lo que sucederá con estos 25 años de chavismo.
El columnista Héctor Abad Facio Lince escribió el anterior 13 de enero bajo el mote de “Maduro se pudre”: “Quienes se van son los mimados de la pequeña burguesía, incapaces de hacer los sacrificios que requiere una revolución. Más que un fracaso del país, ese drenaje de millones de venezolanos se ve como una válvula de salvación: menos bocas que alimentar. Pero si se está yendo la fuerza laboral, si se marcharon los profesionales que se tardaron años en formar, las mentes más inquietas y laboriosas. No importa: son gusanos, escuálidos, que se vayan del paraíso que estamos construyendo. ¿La inflación llega a números con tantos ceros que Maduro sería incapaz de escribir? Es por el sabotaje internacional…” (nada más concluyente).