Escuchaba la radio, opinaba y hasta sugería en voz alta algunos cambios que, según él, podría llevar a algunos programas a oírse mejor detrás del parlante. Marlio Salazar, el locutor y periodista huilense que engalanó las ondas sonoras en la década de los sesenta, jamás soltó su radio. Ni siquiera en los últimos momentos cuando su voz fuerte, aguda y clara empezó a opacarse, a esconderse por una penosa enfermedad.
Salazar, exgerente de RCN Radio en Neiva y locutor durante varios años en Radio Neiva y otros medios, falleció escuchando lo que le encantaba: los deportes. Egan Bernal celebraba su triunfo del Tour de Francia, y al otro lado del televisor, Salazar se iba apagando, pensando seguramente cómo él hubiera transmitido uno de los momentos deportivos más felices de los colombianos. A su lado, su señora Nidia Argüello Guzmán y Ángela María Salazar, una de sus hijas, quienes recuerdan cómo Marlio, abría sus ojos de júbilo para observar la felicidad y el triunfo de Egan.
Y es que ese era Salazar, un hombre feliz, tranquilo, el opita que celebraba el triunfo de sus paisanos, describe Francisco Argüello, periodista, columnista de LA NACIÓN, y quien lo conoció desde años atrás. “Siempre hablaba de radio, de las grandes figuras del periodismo, de sus decenas de anécdotas. Era un hombre informado, tenía el país en la cabeza. Y aunque ya no estaba en medios, sabía perfectamente sus movimientos, sus cambios y transformaciones”. Una de sus últimas llamadas con Argüello fue para preguntarle por los cambios de Caracol Radio. Lamentó la renuncia de Darío Arizmendi, a quien escuchó durante centenares de mañanas; también se alegró por el arribo de Gustavo Gómez.
“Todas las mañanas encendía la radio, era nuestra compañía. Él no iba a la cama sin informarse y no se levantaba sin hacer el mismo ejercicio”, describe Nidia Argüello, su señora quien lo acompañó durante 35 años. “Ese era su ‘alimento’ diario”.
Y es que Marlio Salazar, fue pionero de las emisoras en Neiva, cuenta el periodista Álvaro Trilleras, al recordar su paso por la entonces emisora Armonías del Sur. “Fue un personaje querido en el medio, excelente para las relaciones públicas, muy austero, poco bebedor…Era todo un señor y por ello era acatado en el medio”.
En realidad, Salazar era un apasionado por las noticias, la locución y los deportes, dice Jorge Parga Vanegas, su gran amigo y con quien comenzó en la radio. “Era muy buen compañero, un hombre leal con su empresa, generoso…”, describe al recordar sus extensas conversaciones donde Salazar, fuera y dentro de los micrófonos, desplegaba verso y prosa para hablar y analizar deportes, su pasión. Con su mano derecha pegada sobre su cabeza, cuerpo derecho, voz aguda, firme, y una vocalización perfecta, describía, narraba sin titubear, sin equivocarse, ciclismo, fútbol y baloncesto. “Él fue alumno de Gustavo Hernández Riveros, decano del periodismo en la década de los 60, 70…allí empezó su paso por la radio donde le admiraban su agilidad verbal”, cuenta Parga Vanegas.
Vida ejemplar
Y fue su fluidez verbal, lo que lo convirtió como uno de los primeros empleados del Grupo JOM. Al lado de Jesús Oviedo Pérez, ayudó comercialmente a abrir mercados en Ecuador y Perú a Técnicas Americanas de Estudio, entonces empresa experta en mejorar los niveles de lectura de los colombianos y americanos, hoy llamada KOE.
“Amó el grupo JOM, fue la empresa que lo formó, la que lo convirtió en profesional, la marca que le permitió sacar adelante a su familia, a sus hijos…”, recuerda agradecida Nidia Argüello, quien conserva fotografías donde Salazar, de saco, corbata y sin una arruga en su traje, recibía condecoraciones de la empresa y hasta oficiaba como maestro de ceremonia. “Fue feliz, se pensionó y estuvo en su casa durante sus últimos años siempre hablando bien de su trabajo, de sus compañeros de trabajo”, recuerdan sus hijas Ángela María y Ana Victoria Salazar.
Marlio Salazar, el hombre de la radio, los deportes, los comerciales y los análisis en la década de los 60, falleció a sus 78 años el 28 de julio, el mismo día en que estaba de cumpleaños. ¡Paz en su tumba!
