La Nación
Martha y Cecilia, las mujeres de José Eustasio 1 4 mayo, 2024
INVESTIGACIÓN

Martha y Cecilia, las mujeres de José Eustasio

La sala del centro cultural del Banco de la República en Neiva está dispuesta para la conversa y la admiración por el poeta. Las profesoras Cecilia Repizo Salazar y Martha Cecilia Andrade Calderón, nos confían sin tapujos el amor que profesan por el mismo hombre. El escritor y las mujeres de La Vorágine en boca de dos maestras de la palabra.

Olmedo Polanco

Con habilidades de alpinista, la niña Martha Cecilia Andrade Calderón escaló hasta el entrepaño del estante que acogía a La Vorágine. Cuando tuvo el libro entre sus manos, descendió desde la biblioteca de madera hasta el escritorio cuidando de no caer y tampoco de causar daños al bien preciado de su abuelo Antonio María Andrade Salas. Martha Cecilia paseó las delicadas hojas entre sus dedos tiernos e ingenuos. Se detuvo en los olores del fino papel y de la tinta impresa. Las sensaciones han perdurado en su memoria olfativa desde entonces. Le devolvió al presente la voz pausada de su abuelo ‘Tuco’: “Ten mucho cuidado con el libro de José Eustasio”, le aconsejó. “Tenía yo 10 añitos de edad y así descubrí la obra del primo hermano de mi abuela Tulia Rivera Andrade”, me ha contado Martha Cecilia en Neiva. Desde entonces, la edición de 1924 la ha acompañado toda su vida. “La Vorágine me ha cautivado, la he leído una y otra vez. La he vivido y hasta la he sufrido”, me cuenta con emoción aún infantil, como si hablara de su primera muñeca de porcelana.

A la profesora Cecilia Repizo Salazar se llega con los ojos cerrados. Un perfume muy particular nos lleva por el sendero que va dejando su presencia pretérita; desde lo más tenue hasta lo más intenso del aroma que libera.  Insisto, no hace falta ver para reconocerla como una mujer viva y apasionada por la poesía y las letras en narrativas que elogian la condición humana.

Cecilia Repizo admira a la niña Griselda en La Vorágine. Un primer acercamiento a Griselda ocurre en La Maporita. La descripción del paisaje y la presencia de dos perros furiosos anteceden la presencia de la mujer. “Unos mastines enormes vinieron a nuestro encuentro, con ladridos desaforados, y nos dispersaron las bestias”, ha escrito José Eustasio Rivera. No había problema, los animales ya habían mordido. ¡Alabado sea Dios!, exclamó don Rafo apoyándose en los estribos. -Y su madre santísima-, respondió una voz de mujer que enjugaba las manos con el ruedo de las enaguas.

La Niña Griselda, que estaba en el caño, llegó al poco tiempo: “…descalza, con el chingue al brazo, el peine en la crencha (raya que divide el cabello en dos partes) y los jabones en una totuma”.

Martha y Cecilia, las mujeres de José Eustasio 7 4 mayo, 2024
El Centro Cultural del Banco de la República en Neiva, mantiene viva la memoria de José Eustasio Rivera a 100 años de celebrarse la primera edición de La Vorágine. Fotografía: Olmedo Polanco.

Los sufrimientos de las mujeres en La Vorágine

Martha Cecilia considera que La Vorágine es una obra testimonial, porque tiene mucho de historia y, además, demuestra un cambio en el rol de la mujer del siglo XIX. “Una mujer inicialmente pasiva, tranquila, que se dedicaba al oficio del bordado y que ni siquiera tenía derecho a participar en la política a través del voto”, ha dicho. A renglón seguido, Cecilia Repizo llama nuestra atención sobre la selva implacable como un personaje representativo de lo femenino, “…paridora del amor. La selva como provocadora de la muerte a quien la ultraja o la maltrata”, dice. Como  un cementerio. “Por este proceso, ¡oh selva!, hemos pasado todos los que caemos en tu vorágine”, dice Arturo Cova.

“La más grandiosa epopeya que de la selva virgen homicida se ha escrito hasta ahora”, ha dicho H. Keyserling en Meditaciones Suramericanas, si relacionamos el comentario respecto a La Vorágine. (Keyserling, Conde de. Meditaciones suramericanas. Madrid: Espasa-Calpe, 1933). Al fin y al cabo, “Hace cinco meses búscalos en vano Clemente Silva. Ni rastros de ellos. ¡Los devoró la selva!”.

El encanto de las narraciones

Cecilia y Martha siguen tejiendo los relatos en torno de La Vorágine como si Penélope habitara en sus pensamientos. “Hay cuadros macabros de terror y horror”, advierte Cecilia Repizo. Inmediatamente recordamos la muerte de Millán a quien un toro enganchó por el oído, de lado a lado. La descripción es muy densa cuando se ocupa del cortejo fúnebre: “Aunque el asco me fruncía la piel, rendí mis pupilas sobre el despojo. Atravesado en la montura, con el vientre al sol, iba el cuerpo decapitado, entre abriendo las yerbas con los dedos rígidos, como para agarrarlas por última vez (…) entre el paréntesis de los brazos, destilaba ‘aguasangre’ el muñón del cuello, rico de nervios amarillosos, como raicillas recién arrancadas. La bóveda del cráneo y la mandíbula que la sigue faltaban allí, y solamente el maxilar inferior reía ladeado, como burlándose de nosotros”.

Risposta la profesora Martha Cecilia. “No es una novela que exprese aversión hacia la mujer. La obra representa el contexto patriarcal de la época”, asegura. Se evidencia en Arturo Cova, por ejemplo, un ideal machista con relación a la mujer; que desea pura y santa, a decir de la profesora Martha. “Alicia fue un amor fácil: se me entregó sin vacilaciones, esperanzada en el amor que buscaba en mí. Ni siquiera pensó casarse conmigo en aquellos días en que sus parientes fraguaron la conspiración de su matrimonio, patrocinados por el cura y resueltos a someterme por la fuerza”. Sin embargo, la dignidad de la mujer salta a la vista: “Yo moriré sola, decía: mi desgracia se opone a tu porvenir”.

Otra mujer aparece en la conversa de las profesoras Cecilia y Martha. “La vieja Tiana prendía remiendos en la camisa del mulato, que, semidesnudo, con las manos bajo la cabeza, esperaba la obra tendido en un cuero. En vano pretendí conciliar el sueño. Me importunaba el cacareo de una gallina que escarbaba en el zarzo, mientras sus compañeras, con los picos abiertos, acezaban a la sombra, indiferentes al requiebro del gallo que venía a arrastrarles el ala (…) -Mulata le dije-: ¿cuál es tu tierra? Esta onde me hayo. ¿Eres colombiana de nacimiento? -Yo soy únicamente yanera, del lao de Manare. Dicen que soy craveña, pero no soy del Cravo; que pauteña, pero no soy del Pauto. ¡Yo soy de todas estas yanuras! ¡Pa qué más patria, si son tan beyas y tan dilataas! Bien dice el dicho: ¿Onde ta tu Dios? ¡Onde te salga el sol! Y quién es tu padre? le pregunté a Antonio. Mi mama sabrá. ¡Hijo, lo importante es que hayás nacio!

Martha y Cecilia, las mujeres de José Eustasio 8 4 mayo, 2024
El conversatorio revivió a las mujeres que hacen parte de La Vorágine. Al mismo tiempo, un llamado a leer la obra de José Eustasio Rivera. Fotografía: Olmedo Polanco.

Las mujeres del presente

En la década de los años 50 en San Agustín (Huila), a Dolores Polanco Sánchez, la perseguían los inspectores de rentas departamentales porque expendía bebidas fermentadas. Al abuelo Honorio lo había matado una especie de infección intestinal que trató sin remedio Gregorio Jaramillo, el boticario del pueblo. En la horfandad quedaron cuatro mujeres y cuatro hombres a merced de la abuela Dolores. ‘Mama Lola’ enfrentó la pobreza gracias al maíz fermentado que servía en totumas a los campesinos venidos de Caquiona (Cauca)

Los odios partidistas en forma de ‘chulos’ asesinaron el tres de noviembre de 1962 en Peñas Blancas, a María Cardoso viuda de Osorio, (35 años), Genoveva Dussán de Cabrera, (35 años), Cristina Dussán de Quintero, (36 años), Margarita Dussán de Meléndez, (54 años), Otilia Cabrera de Medina, (45 años), la niña Úrsula Quintero Dussán (10 años), Ursulina Villarreal, (50 años). Romelia Cabrera de Medina, (50 años).

Felina Rivera Cáceres (Venadillo-Tolima, 30 de julio de 1949), soportó en silencio la persecución y el maltrato que contra su esposo Francisco Barreto (Ortega-Tolima, 29 de enero de 1948), ejercieron el Partido Conservador y algunos militares. En los años 80 del Siglo XX, él militaba en el Partido Comunista y distribuía clandestinamente el periódico Voz proletaria en Pitalito (Huila). Casi muere por el solo hecho de pensar diferente en tiempos del Frente Nacional.

Vilma Peña Argüello, reina popular del bambuco en 1968, ha cumplido 76 años de edad este viernes 8 de marzo. En aquel año, la joven muchacha respondió con precisión a la pregunta del periodista radial que indagó los sentimientos de la joven mujer. Vilma tenía todo el derecho de ‘sentirse mamada’, porque la aristocracia que organizaba las fiestas de junio en tiempos de violencia política en la región, la ‘lanzó’ al desfile acuático sin salvavidas en el Río Magdalena. Vilma debía animar las fiestas de mitad de año y celebrar las ganancias económicas de los hacendados de la región.