La Nación
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Navidad, tiempo para reflexionar

En la Navidad experimentamos paz interior, al imaginar que Jesús nace en nosotros; cuando miramos en retrospectiva y nos damos cuenta que aquello que considerábamos un problema o una ofensa realmente no lo fue, porque nuestras heridas sanan a través del perdón y la reconciliación, al abrir en nuestros corazones un espacio para la paz consigo mismo y con la vida.
 
De ésta experiencia nacen sentimientos, pensamientos y actitudes pacíficas, al no dar cabida al rencor, el odio o el deseo de venganzas.  Muchos interrogantes llegan a nuestra vida en navidad y proximidad de año nuevo, nos preguntamos qué es lo que realmente necesitamos, qué anhelamos recuperar o tener y a través del amor de Dios vivido, sentimos que la vida no ha sido tan dura como pensábamos, que nuestra existencia puede convertirse en luz para otros, creando una atmósfera luminosa, pacífica y tranquila, donde sentimos que nos encontramos en el lugar indicado.
 
Qué bueno es vivir a plenitud el espíritu de la navidad, realizar una reflexión profunda y sincera, para excluir de una vez y para siempre esos sentimientos y emociones ambiguas, que lesionan las relaciones humanas, que impiden el fortalecimiento de la familia, el amor entre padres e hijos, la solidaridad y el  respeto entre las personas, para aprender a vivir con amor, gozo y  paz, una vida centrada en el bien, en la armonía, en el servicio, la solidaridad y la entrega.
 
Hagamos de esta navidad un tiempo para fortalecer los lazos familiares, expresar todos nuestro afecto, ternura, comprensión y perdón hacia nuestros seres queridos. Tengamos presentes a los más necesitados de cosas espirituales, de afecto, de ternura, de atención, de cuidados y protección, para que sientan que los amamos y acogemos.
 
Para este tiempo y de manera permanente, encontrémonos abiertos a la fe, a la esperanza y al amor, permitamos que la justicia y la bondad florezcan en los rincones de nuestros corazones, en nuestras familias y en nuestra sociedad, construyamos espacios donde los principios de convivencia y valores, guíen nuestras acciones hacia la integración, deshagámonos de esas mentiras que se camuflan dentro de nuestro propio yo, pensemos si realmente nos interesa ser mejores personas, sintiendo el regocijo de habitar en nuestro hogar la presencia de Jesús, María y José.