La Nación
COLUMNISTAS

Por favor

Esta semana que termina Humberto de la Calle tuvo que salir a desmentir los rumores de que en la Habana se estaban negociando cosas secretas. Obviamente, a medida que toma fuerza la campaña política en la que nos estamos adentrando, toma aliento esta manera de hacer politiquería barata: adjudicarle a La Habana cosas que no son; o sobre las cuales nunca se ha hecho acuerdo alguno con las Farc. Una verdadera guerra sucia.

Para llamar la atención. Para posar de inteligentes, así sea llevándose de calle la verdad. Quienes por carencia de ideas o propuestas quieren hacerse los importantes, propalan supuestas concesiones secretas que el gobierno estaría haciéndole a sus interlocutores en Cuba. Solamente para mantener vigencia o protagonismo. Que deplorable. Le disparan a la paz desde la trinchera de la mendacidad.

Como tampoco se están contrayendo compromisos sobre ninguno de los temas que hacen parte del libreto favorito de la guerra sucia que contra el proceso de paz libran hipócritamente sus malquerientes: que en La Habana se estaría fraguando la una reestructuración de las fuerzas armadas; que ya se negoció, dicen, quitarle las prestaciones y las pensiones a los policías y soldados; que ya se acordó una barrida de la oficialidad colombiana. Y qué se yo. Cuantas sandeces de este estilo. Olvidando, entre otras cosas, que todo lo concerniente a la organización de las Fuerzas Militares está explícitamente excluido del temario de las negociaciones.

Esta semana como un inserto publicado en la prensa nacional apareció un folleto titulado “Informe conjunto de la mesa de negociaciones entre el Gobierno de Colombia y las Fuerzas armadas revolucionarias de Colombia-ejercito del pueblo, Farc-Ep”.

Allí se reproducen los únicos dos acuerdos a los que han llegado las partes: “Informe sobre el primer punto de la agenda: “política de desarrollo agrario integral” de 21 de junio de 2013; y el “Informe sobre el segundo punto de la agenda: participación política” del 8 de diciembre de 2013. Estos es lo único que se ha negociado hasta el momento. Y es público. Está divulgado a la luz del sol. Y está por escrito. Todo lo demás que se diga no son más que suposiciones maledicentes de quienes andan desesperados por deslegitimar y socavar la legitimidad del proceso en curso.

Debe recordarse, por último, que el Gobierno ha dicho hasta la saciedad que al final, cuando se firme la paz y cuando se depongan las armas, deberá haber una refrendación pública en el cual la ciudadanía tendrá que aprobar o improbar lo que se haya acordado en La Habana, si es que hasta allá llegamos. E igualmente: que nada está definitivamente negociado hasta que el todo esté negociado. Y que obviamente, — nada se pondrá en ejecución hasta que esté aprobado por la ciudadanía.

¿Qué mejor prueba de transparencia? ¿Puede afirmarse de buena fe que hay políticas oscuras que se están negociadas bajo la mesa, si está cantado desde un comienzo que nada de lo que conformen los compromisos se implementará si previamente no ha sido consultado con la ciudadanía, y aprobados por esta? Por favor. Como es ineludible que el tema de la paz esté ausente del debate político en que ya estamos inmersos en el país, lo menos que podemos pedirle a quienes en él participen es que lo hagan con honestidad intelectual.