La Nación
“Siento que las puertas nunca se han cerrado” 1 3 mayo, 2024
MENSAJE DE VIDA

“Siento que las puertas nunca se han cerrado”

Carolina Argüello Cruz/LN

comunidad@lanacion.com.co

 

El padre Ramón Jaramillo Peña, conocido por su trabajo religioso en las parroquia de la Virgen del Carmen y el Sagrado Corazón de Jesús, regresa a la ciudad de Neiva, después de nueve años, para continuar con su trabajo sacerdotal en el Colegio Campestre Padre Arturo D’Onofrio.

Jaramillo Peña, nacido en Medellín, Antioquia pero considerado opita de corazón llega a la región para seguir trabajando por las comunidades más vulnerables en conjunto de los demás misioneros de la comunidad La Divina Redención.

Considera que su trabajo le ha permitido ayudar a muchas personas necesitadas, hace 21 años se ordeño como sacerdote, afirma que su mayor compromiso es educar en valores a los niños y jóvenes de su entorno.

¿Cuál ha sido su trayectoria como sacerdote?

Mi vida sacerdotal y religiosa ha sido una experiencia muy linda, ningún día me he levantado triste por ser misionero, sino que al contrario, todos los días doy gracias a Dios por lo que me ha dado y he podido hacer por las comuidades. Mi primera misión fue trabajar en la formación de los seminaristas en Medellín, después pasé a trabajar con 207 niños de la calle. Luego, me dieron la oportunidad de llegar al Huila a la parroquia de la Virgen del Carmen en el barrio Timanco de Neiva, donde realizamos una gran labor con la construcción de la iglesia. Seguidamente, estuve en la Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús del barrio Canaima, en la que solo había el lote y gestionamos para lograr construir el santuario que hoy vemos en esta comunidad parroquial. Luego, se me ofrece venir a empezar la obra del Colegio Campestre Padre Arturo, donde ya teníamos donados los terrenos para iniciar la obra que hemos logrado gracias a muchos bienhechores. Recogimos los frutos de todo lo que cosechamos con mucho esfuerzo. Damos gracias a la dedicación de la gente porque se han desbordado para colaborar.

¿Cómo inician con la labor educativa ofrecida en el Colegio Campestre Padre Arturo D’Onofrio?

Nuestro carisma específico son los niños y jóvenes en necesidad, de hecho esta obra había nacido para realizar talleres de capacitación para los jóvenes pero el padre Jhon Fredy Obando transformó un poco la filosofía, sabiendo que las hermanas de nuestra comunidad tenían la primaria en el colegio Anna Vitiello, iba a hacer falta el bachillerato, y por eso pensaron y gestionaron para que naciera el colegio Campestre Padre Arturo D’Onofrio, para suplir una necesidad entre la juventud que habita en nuestros alrededores. Debo decir, que aunque llevamos poco tiempo, es un colegio que se ha conocido bastante y por eso tenemos alumnos de Rivera y Campoalegre.

¿Cuál es el principal objetivo que tiene la comunidad con los niños y jóvenes que hacen parte de la institución?

Somos dos colegios netamente católicos, por tanto nuestra orientación siempre será así. Aunque hemos tenido alumnos que no profesan la fe católica, han respetado y seguido nuestros parámetros. Lo importante para nosotros es educar en valores como el respeto y el diálogo. Por fortuna no tenemos grandes masa sino que estamos entre 20 o 25 alumnos por salón, así que se nos da la oportunidad de ofrecer una formación personalizada.

Usted estuvo un largo tiempo apoyando el Banco Diocesano de Alimentos, ¿Cómo direccionan esta iniciativa para apoyar a los más necesitados?

Viendo las necesidades y la pobreza extrema en que viven muchas personas de la periferia de Neiva, aprovechamos que muchos almacenes de cadena desechaban los productos que estaban a punto de vencerse, tomamos la decisión de que iniciara un Banco Diocesano de Alimentos que ya existía en Bogotá y Medellín; así que a través del banco canalizamos muchas averías de alimentos para regalárselas a los más necesitados. Queríamos ser un intermediario entre las empresas y los pobres. En este momento, ya contamos con bienhechores que dan su aporte mensual para su mantenimiento. No necesariamente, las donaciones deben ser alimentos, allí recibimos también camas, armarios, sanitarios, comedores y toda clase de elementos que puedan contribuirle a una familia.

¿En qué le contribuyó su estadía en México para su crecimiento espiritual?

Fue otra experiencia maravillosa porque México es un pueblo muy acogedor, con gente solidaria y humilde. Me parecía que estuviese llegando al Huila porque había gente dispuesta a colaborar y a servir. Fueron seis maravillosos años, en los que estuve trabajando en un hogar de niños en condiciones de vulnerabilidad. Después de nueve años de estar en México, me empezó a jalar mi patria y decidí regresar, la sorpresa fue que en Neiva había posibilidad de trabajar y tuve una alegría inmensa de saber que volvería a una ciudad en la que he cultivado muy buenas amistades. Me encuentro con la gente y es el mismo cariño, el mismo abrazo y las mismas manifestaciones de afecto y colaboración.

¿Qué viene para la comunidad La Divina Redención y para el padre Ramón?

Esperamos formar jóvenes en valores y en amor por la familia; tenemos un reto grande y es el de volver a tocar puertas, hacer convenios con Universidades, el Sena y con personas que se quieran comprometer. Llevo 15 días y siento que las puertas nunca se han cerrado.