La Nación
COLUMNISTAS

Abandono escolar y capital cultural por Carlos Bolívar Bonilla

El éxito en el estudio depende de manera significativa del capital cultural del estudiante y su familia, más que del capital económico. El éxito en el estudio depende de manera significativa del capital cultural del estudiante y su familia, más que del capital económico. El dinero por sí solo no constituye una causa suficiente y directa para explicar el rendimiento académico, del mismo modo que no basta la pobreza de alguien para vaticinar su fracaso estudiantil. Sin embargo, tampoco podemos afirmar que entre capital económico, capital cultural y aprovechamiento del estudio no existen poderosos nexos. Son indudables. Uno de los científicos sociales que más aporta al esclarecimiento de este asunto es Pierre Bourdieu, quien nos permite comprender qué es eso del capital simbólico o cultural familiar y cómo actúa de soporte para los aprendizajes escolares. Con base en él podemos incluir en este capital: la calidad de las competencias comunicativas de los padres, sus títulos, sus maneras de dialogar; el disfrute compartido de bienes y servicios como obras de arte, libros, música, teatro, revistas, periódicos y el uso de las nuevas tecnologías. Así como la propiedad de una amplia red de relaciones personales y sociales configurada por la pertenencia a clubes sociales, equipos deportivos, asociaciones profesionales, comunidades académicas, partidos políticos y grupos de excursionistas, entre otras. Organizaciones en las cuales no sólo se recibe lo que cada una ofrece, sino que entre sus integrantes se entrecruzan conocimientos, asesorías y favores. De esta manera entendemos mejor que el capital cultural se torna decisivo para atender las exigencias escolares, pues la lógica del estudio formal, su producción, circulación y apropiación, descansa en la familiaridad y cotidianidad de los escolares con él. Se encarna en “habitus” (disposiciones) requeridos por el dispositivo pedagógico para legitimar el orden dominante. Niños, niñas y jóvenes sin padres con buenas prácticas de conversación, de lectura y escritura, y sin acceso a bienes, experiencias y servicios culturales familiares como los mencionados antes, están en desventaja frente a quienes sí los poseen, inclusive si unos y otros educandos poseen igualdad de capacidades individuales. Capital que no es precisamente el que posee la mayoría de familias colombianas sumidas en la pobreza y el rebusque. Pero que tampoco se garantiza en las familias adineradas sin aprecio por el cultivo de lo académico cultural. De lo anterior se deduce la importancia de exigir al Estado permanentes políticas públicas de inversión en espacios, programas y actividades culturales complementarias e integradas a la labor de la escuela. Es muy importante que los gobernantes entiendan que la destinación de recursos económicos para obras físicas, alimentos y transporte escolar es tan importante como aquella dirigida a fortalecer el capital simbólico y cultural de los jóvenes. Es más, que sin este último la calidad de la educación seguirá en entredicho. Y, sin exonerar de responsabilidades pedagógicas a los maestros, este concepto posibilita también explicar porqué, pese a los mejores esfuerzos docentes, los escolares no rinden o abandonan las aulas. *Docente Usco-Crecer.