La Nación
COLUMNISTAS

Antecedentes del matrimonio igualitario

El dedo en la llaga

La historia nos ha mostrado la conformación de la familia y su evolución. En el libro “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado” de Carlos Federico Engels, nos muestra en primer lugar la familia sindiásmica en donde era un gran matrimonio colectivo.

La poliandria en donde una mujer podía estar en matrimonio con varios hombres. La historia nos ha enseñado la poligamia, en donde un hombre puede estar con varias mujeres a la misma vez y actualmente es una institución en el mundo musulmán. Hemos observado familias biparentales, que es la más usual en las sociedades occidentales. De toda la vida han existido las familias monoparentales, que desde la década de los sesenta se ha multiplicado debido al deseo de criar de parte de algunas mujeres sin necesidad de un hombre.

El Chavo del Ocho para no ir tan lejos, nos mostraba desde “la vecindad”, hace cuarenta años, como se conformaba la sociedad latinoamericana. Una madre soltera (doña Florinda), un padre viudo (don Ramón), un huérfano (el chavo, que es uno de esos 80.000 niños que tiene el ICBF en Colombia) y finalmente una familia biparental (conformada por el señor Barriga y su esposa). En el siglo XIX en Estados Unidos existía el denominado “Matrimonio de Bostón” en donde dos mujeres vivían bajo el mismo techo, sin la presencia de un hombre.

Así las cosas, la Corte Constitucional no ha hecho otra cosa que acudir al artículo 42, que señala que la familia se constituye “por la decisión libre de un hombre y una mujer de contraer matrimonio”, esto es, de unirse hombre con hombre, mujer con mujer u hombre con mujer. También ha acudido a otros derechos fundamentales basados en la dignidad humana e igualdad y ha tutelado los derechos fundamentales de parejas del mismo sexo.

Le tocó el turno al Congreso de la República, pero a este le quedó grande legislar.

Pues bien ese honor le corresponderá a la justicia con sus providencias. Al negarse esos derechos, se están usando los mismos argumentos que se usaban en la Suráfrica del Apartheid, en la segregación racial en Estados Unidos o en la persecución de los judíos por su religión en el régimen nacional socialista.

Para no ir muy lejos, dijeron hoy que las mayorías decidían, igual lo dijeron en esa época, que tenían derechos y no se les discriminaba, igual que hoy.

Al fin y al cabo, el matrimonio es un contrato más, regido por el derecho civil, y esto es una cuestión de derechos y dignidad humana, no de cuestiones religiosas.