La Nación
COLUMNISTAS

Busquemos los bienes de arriba

PALABRA DE VIDA

« ¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán? ». (Lucas 12, 13-21)

Buscar los bienes de arriba, significa: buscar, ante todo, a Dios. Es el último sentido de nuestra vida humana: volver a Dios, ir hacia el Padre.

Nuestra Patria es el cielo… Dios Padre nos ha enviado, sólo por un tiempo breve, a esta Tierra. Somos peregrinos extranjeros en este mundo, y los pocos años que pasamos aquí abajo, son años vividos en tierra extraña. Nuestra hambre de felicidad solamente será saciada en Dios y junto a Él. Sin Él permanecerá eternamente insatisfecho.

Dios es siempre la meta suprema de nuestra vida peregrina. Esto no implica que tengamos que separarnos de todo lo que nos rodea. Todo lo que es de Dios, lo llevamos al corazón del Padre. Busquemos a Dios, hallemos a Dios, amemos a Dios en todas partes. Todos los bienes terrenos no tienen sólo un valor propio sino también un valor simbólico. Los bienes de este mundo son así como una huella, un indicio de Dios: quieren recordarnos a Dios, despertar nuestro amor a Dios, conducirnos a Dios. De tal manera la creación quiere conducir y volvernos a nuestro creador.

Pero es muy difícil usar convenientemente de los bienes, sobre todo del dinero. Por eso Jesús habla duramente sobre la riqueza: “Es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el Reino de Dios”. Pero no es jamás el dinero o la riqueza como tal, sino su abuso lo que es condenado por Jesús. Siempre está el gran peligro que el hombre se haga esclavo de sus propios bienes y no su dueño. Además, la riqueza frecuentemente no acerca al hombre a Dios, sino que lo aparta de Él: El rico cree que puede prescindir de Dios. Pone toda su confianza en sus bienes.

Corta todas sus relaciones con la divina Providencia. Cree que sus riquezas le permiten dejar a Dios. Espera seguir adelante él solo, por sus propios medios, sin tener que recurrir a Dios.

Entonces, ¿cuál debe ser nuestra actitud frente a los bienes terrenos? Tenemos que ser libres de toda esclavitud interior, de toda atadura incontrolada a los bienes y riquezas terrenas. La codicia es expresión de nuestro egoísmo, que está muy dentro de nosotros, y contra el cual tenemos que luchar durante toda nuestra vida. Dios no exige renunciar al dinero y a los bienes materiales. Lo que pide es que se pongan al servicio de los demás. El que tiene bienes materiales debe saber que la verdadera riqueza no es la que posee, sino lo que da a sus hermanos necesitados. El rico será siempre más feliz dando que recibiendo, y dando de sus riquezas experimentará la generosidad de Dios. Aspiremos a los bienes de arriba, no a los de la tierra, nos recuerda el evangelio de hoy, porque las supremas riquezas no son las cosas de este mundo, sino los dones del Reino de Dios.

Nota: Felicitaciones a todos los Párrocos en su día.
Sugerencias: elciast@hotmail.com