La Nación
El mundo es para todos 1 4 mayo, 2024
COLUMNISTAS

El mundo es para todos

Luis Alfredo Ortiz Tovar

 

Escuché a un aficionado mexicano que recién arribaba a Moscú, como cualquier otro que viene de otro país en busca de su selección, y decía que además de venir a hacer barra a la trí , no venía a buscar amigos, sino a saludar a los amigos. Me sorprendí, pero pronto entendí que este latino es de los que piensa como yo, que pertenecemos a una misma estirpe, a la misma biología independientemente de cualquier ideología, que todos los seres humanos somos cocidos de una misma pasta, y que todos somos uno en Cristo. Rusia y los rusos a quienes no conocía, daba por cierto que eran de los suyos, es decir de la especie humana, seres que habitan en la tierra en geografías diferentes, y que eso, ni el color de los ojos, ni la estatura, ni la lengua los hace diferente; por tanto, había que regocijarse de encontrarlos, y entonces procedió al disfrute de saludarse y confundirse entre la multitud. Me lo imagino, pequeño él, más bien trigueño, de pómulos salientes y fileño como los aztecas.

Ejemplo de humanidad, y de universalidad el de este paisano latino que hizo uso de su sentido común para comprender esta doble dimensión. Tristemente, y así la historia lo ha demostrado, existen otros seres que no parecen terrenales, que consideran a otros inferiores, de peor familia, o negritos, o narizones, o pequeños, que los legitima para colocarles barreras, construir muros, y segregarlos, desaparecerlos de la faz de la tierra, o incluso por pensar diferente. Extraño y lamentable proceder, si es que ser iguales no significa pensar igual, ni tener el mismo color de piel, o hablar de la misma forma; ser iguales es entendernos como pertenecientes a una misma especie, gozar del mismo ADN, al punto que ser iguales es también vestirme diferente, creer diferente, sentir diferente, eso es lo común en los seres humanos. Por lo tanto, no puede ser posible que gobiernos oprobiosos constituyan como prenda de garantía a los párvulos de sus mayores, que pasaron el cerco para ir a otra parte de su geografía, a buscar opciones de vida. Se llama barbaridad, se llama inhumanidad, se llama desventura del menesteroso. Todo esto se ha dado en medio de una celebración deportiva, el mundial de futbol, donde hay oportunidad para recordar que hay en otros continentes y países personas que hablan distinto, visten diferente, se alegran diferente, y creen diferente. Qué triste que sea un balón el que nos una, y no la causa común de la humanidad para buscar el sentido de la vida, o el dolor que padecen personas en países donde la falta de un buen gobierno, o la inequidad que coloca a un gran porcentaje de la especie humana a estar sedientos, y deambulando por un plato de comida.