La Nación
EL OFICIO DE GANAR 1 26 abril, 2024
COLUMNISTAS

EL OFICIO DE GANAR

Benhur Sánchez Suárez

Pocos son, en realidad, los beneficios que recibimos por tener nuestros recursos económicos en los bancos. Y me refiero a quienes vivimos de un salario o una pensión y escasamente nos quedan algunos pesos para tratar de ahorrar, porque el ahorro es la salvación del país, nos dicen por ahí.

Por eso es tan difícil la bancarización, de la que tanto se nos habla. Mucha de la existente se basa en la obligatoriedad y no en la conciencia del ahorro como mecanismo de progreso.

Por ejemplo, la empresa en la que se trabaja decide que el pago de nómina se hará por consignación en bancos y cada empleado debe tener esa cuenta necesaria so pena de quedar por fuera.

Entonces, qué orgullo, los asalariados nos bancarizamos. Tenemos nuestra cuenta de ahorros.

Pero digamos que el beneficio primario es que nos tengan asegurado el dinero y no expuesto a una pérdida por mantenerlo debajo del colchón. Sólo que ese mantenerlo cuesta, porque el banco tiene que administrarlo y eso vale. Eso se cobra. O sea que, además del exiguo monto consignado, debemos entregar sumas mensuales por tenerlo a buen recaudo. Y si por casualidad uno logra mantener un saldo estable, los rendimientos por ese dinero son escasos, tan escasos que dan risa.

Otro beneficio son los préstamos que nos hacen cuando las necesidades son apremiantes y gastos imprevistos se atraviesan para desestabilizar nuestra tranquilidad financiera. Los requisitos que se nos piden son tan engorrosos que prácticamente son una negativa anticipada a nuestro anhelo de solucionar ese impase financiero. Y los intereses que debemos sufragar son tan altos que a veces se tornan impagables.

Vemos, entonces, que hay un abismo entre lo que recibo por mantener mi dinero en la cuenta y lo que pago por un préstamo, que en verdad es un promedio de mi capacidad de sostener la cuenta con buen saldo. Es decir, me pagan poco por mi ahorro, pero yo tengo que pagar tres veces más por mi propio dinero si logro que me hagan el anhelado préstamo.

Pero digamos que, ya entrados en gastos financieros, y resignados al sistema, esperamos que el esfuerzo se traduzca por lo menos en un buen servicio. No hay tal. Las colas que hay que hacer para cualquier diligencia son agotadoras. Y, sobre todo, cuando encontramos que hay cuatro o seis puntos de atención habilitados de los cuales sólo operan dos.

Qué pérdida de tiempo.

Y el remate: quienes nos atienden pareciera que no quisieran que estuviéramos ahí, nos dan trato de menesterosos y no de quienes hacemos posible, entre miles de usuarios, el pago de su vinculación al banco.

¿Ha probado banca en línea?

Qué felicidad, los bancos son el oficio de ganar.