La Nación
El que menos corre, vuela 1 27 abril, 2024
COLUMNISTAS OPINIÓN

El que menos corre, vuela

Una mirada hacia la familia

Consuelo Serrato de Plazas

 

Evocando a Mahatma Gandhi: «No hay que apagar la luz del otro para lograr que brille la nuestra».

 

Si existe algo que juega papel preponderante en el desarrollo integral de los seres humanos son las relaciones interpersonales, porque de ellas depende, en gran medida, la interacción positiva o negativa con otros. Es tal su importancia que para el filósofo Karl Wilhelm: «En el fondo son las relaciones con las personas lo que da sentido a la vida».

Ciertamente uno de los mayores desafíos de cualquier relación interpersonal es poder alcanzar una convivencia basada en el respeto hacia el otro. Paradójicamente hoy por hoy es común verificar el surgimiento de patrones comportamentales que se constituyen en predictores negativos de cualquier vínculo, entre los que se destaca la nociva tendencia a subestimar a los demás, ignorando uno de los 10 mandamientos de las relaciones interpersonales: «Acuérdese que usted sabe lo que sabe. Sin embargo, usted no sabe lo que otros saben».

De acuerdo con la  RAE, subestimar significa: «Estimar a alguien o algo por debajo de su valor». En su acepción más amplia supone una connotación negativa respecto de la predisposición que se tiene a minimizar las capacidades de otros, hecho que desdice de quien desarrolla tan lesivo comportamiento, pues «nadie se hace grande haciendo sentir pequeños a otros. GRANDE es aquel que puede engrandecer a las personas que tiene a su alrededor».

A manera de reflexión los dejo con la moraleja de la célebre fábula de la Liebre y la Tortuga:

«Cierto día una liebre se burlaba de las cortas patas y lentitud al caminar de una tortuga. Pero ésta, riéndose, le replicó: -Puede que seas veloz como el viento, pero yo te ganaría en una competencia! Y la liebre, segura de que aquello era imposible, aceptó el reto. Llegado el día arrancaron ambas al mismo tiempo. La tortuga nunca dejó de caminar y a su lento paso pero constante, avanzaba tranquila hacia la meta. En cambio, la liebre, que a ratos se echaba a descansar en el camino, se quedó dormida. Cuando despertó, y moviéndose lo más veloz que pudo, vio como la tortuga había llegado de primera al final y obtenido la victoria».