La Nación
COLUMNISTAS

Gestos de paz

Certidumbres e inquietudes

Este diecisiete de diciembre, previo un proceso de diálogo de más de un año, con la valiosa intervención del Papa Francisco y el gobierno canadiense, fueron restablecidas las relaciones diplomáticas entre Cuba y los Estados Unidos. Así lo anunciaron al mundo los presidentes Raúl Castro y Barack Obama.

Las conferencias de prensa simultáneas de los dos jefes de Estado se transmitieron tras la liberación del contratista estadounidense Alan Gross, quien estaba preso en Cuba (condenado a quince años de cárcel), y de Gerardo Hernández Nordelo, Ramón Labañino Salazar  y Antonio Guerrero Rodríguez, tres de los cinco cubanos que estaban presos en territorio norteamericano  (condenados a cadena perpetua).

Infortunadamente, no se trata todavía del fin del bloqueo económico, comercial y financiero impuesto a Cuba desde hace cinco décadas por el gobierno de John F. Kennedy, que defiende la extrema derecha norteamericana y que, según las palabras del presidente Barack Obama, ha fracasado. Como están en vigor las leyes que consagraron el embargo, será el Congreso de los Estados Unidos el que resuelva finalmente si levanta o no esa oprobiosa y anacrónica restricción, que tanto ha perjudicado al pueblo más que a los gobernantes de la isla.

No obstante, el presidente norteamericano –en una actitud audaz- ha llegado hasta donde podía y eso debe ser reconocido. Ha anunciado no solamente la mutua buena voluntad sino la flexibilización de medidas económicas hasta ahora vigentes en materia de remesas y uso de tarjetas de crédito y débito de los Estados Unidos y Cuba.

La plausible normalización de relaciones entre los dos países es una buena noticia para los latinoamericanos, como ese mismo día lo expresaron los presidentes de Colombia, Venezuela, Argentina, Ecuador, Bolivia y Uruguay, entre otros. Se trata de una trascendental decisión diplomática, y de un gesto de paz y de concordia. Sin duda, se constituye en el paso más significativo del gobierno de Obama en cuanto se refiere a los países de América Latina, toda vez que apunta a disminuir, y ojalá a eliminar, la tensión que a lo largo de medio siglo ha predominado en las relaciones  bilaterales.

Otra buena noticia, en este caso para Colombia, ha sido la decisión comunicada por los voceros de las Farc en La Habana en el sentido de iniciar un cese al fuego unilateral indefinido. Esto significa que la actividad de los subversivos se detendrán, no solamente durante la Navidad –como ha ocurrido en otros casos- sino hacia el futuro, sin fijación de un límite temporal.

Cada día de tregua, si -como queremos los colombianos- no se presentan hechos sorpresivos que la interrumpan, significa la preservación de vidas, derechos y bienes públicos y privados, y por tanto, esta medida -mientras sea efectivamente acatada- es bienvenida por quienes creemos en la necesidad de poner fin al conflicto armado y a la violencia. Confiamos una vez más en la buena fe y la sinceridad de la guerrilla. Lo que ocurra en las próximas semanas nos mostrará si existe o no una genuina voluntad de paz.