La Nación
COLUMNISTAS

Gestos de Paz. Por William Alvis Pinzón

Hacia finales de los años noventa y comienzos del presente siglo, las Farc hicieron del secuestro un negocio rentable y una práctica política que logró poner entre los palos (de la selva) a buena parte de la clase política y a miembros del Ejército y de la Policía. No obstante, me atrevo a señalar que no hubo acción militar que les restara más legitimidad  a las Farc que el secuestro.  Por cuenta del uso y abuso de esa figura, logró poner en su contra a una nación entera, que salió como nunca antes a marchar en las calles a gritar rabiosa “no más Farc”.  Del mismo modo, acciones militares de la Fuerza Pública colombiana en búsqueda del rescate de secuestrados, como la operación Jaque, pusieron en evidencia el retroceso militar de la guerrilla frente al correlativo avance de las Fuerzas Militares.  De otro lado, las altas exigencias para sentarse a negociar un intercambio de prisioneros por secuestrados, lo hizo inviable, al punto que ya ni se considera como punto de negociación. Recientemente y desde los medios de comunicación el grupo de “colombianas y colombianos por la paz” anunció la decisión de las Farc, de liberar unilateralmente a seis de los militares y policías que mantiene secuestrados desde hace ya varios años, con lo cual pareciera estar llegando a su fin ese capítulo de horror en la historia del conflicto armado Colombiano.  Bienvenido ese gesto de paz, lo valoramos como positivo pero con claridad hay que señalar que es insuficiente, que a los secuestrados hay que liberarlos a todos y sin condicionamiento alguno. Pero no es todo, hay que desistir del secuestro como arma de lucha política o militar, además de retirar de sus filas a los menores de edad y emprender acciones concretas para retirar las minas “quiebrapatas” que sembraron a lo largo y ancho del campo colombiano.  Ese es el camino hacia la paz y la reconciliación con el pueblo colombiano. Tengo esperanzas de que en el 2012 que comienza, avancemos por la senda de la paz que tanta falta nos hace.  Pertenezco a una generación que desde temprana edad conoció de la presencia de grupos irregulares y de acciones de guerra en las que los principalmente afectados son miembros de la población civil.  Al igual que muchos compatriotas en los ya cerca de 50 años de violencia guerrillera, hemos visto y vivido hasta en carne propia el dolor del conflicto armado.  Por eso demandamos gestos de paz y mensajes inequívocos en esa dirección.  Nota: Por el bien de todos, éxitos para los mandatarios entrantes; y buenos abogados para los salientes.