La Nación
COLUMNISTAS

Huellas del pasado. Por Miguel Angel Tovar

Muchos analistas formulan proyecciones sobre la Neiva y el Huila para los próximos veinte años y eso es saludable. Pero el soñar las reformas del futuro no puede excluir el estudio a fondo del presente, investigando sus causas y raíces económicas, políticas, sociales, culturales y ambientales. Difícilmente sabremos para dónde vamos si no sabemos de dónde venimos y cómo estamos hoy para emprender nuevos rumbos. El futuro se va construyendo día  a día y el presente es la sumatoria de muchos ayeres. Hoy somos el resultado de lo construido en el pasado. He ahí la clave de una verdadera planeación del desarrollo soportada en investigaciones permanentes de grupos interdisciplinarios y transdisciplinarios. Afortunadamente hoy grandes historiadores escriben la historia de Neiva, próxima a publicarse, con motivo de los cuatrocientos años. Para entender un poco algunas de nuestras características culturales, como la ingenuidad, el conformismo, la parsimonia, la indiferencia y hasta la resignación opitas, ayudaría repensar ese caserío de la  recién fundada Neiva en el XVII; esas caminatas interminables y sedientas rumbo a Santa Fe abrazadas por el sol canicular del desierto y la llanura inmensa, acompañadas siempre por la monotonía del paisaje… y pensar que todo ese calvario inevitable del clima generaba inercia, ineptitud y falta de previsión en una población pasiva y resignada a desgracias irremediables, acumuladas a lo largo de los siglos. El agite de los comuneros a finales del XVIII y la independencia a principios del XIX los despertó un poco de la modorra colonial. En medio de una mentalidad premoderna que aun perdura, de una economía hacendaria cifrada en el esclavismo; la arrogancia y la autosuficiencia española frente a la pasividad servil de muchos indígenas en proceso de cristianización; el autoritarismo de las autoridades civiles, eclesiásticas y militares, iban simultáneamente generando una cultura de la sumisión, del favor, la genuflexión, el servilismo y el clientelismo con los caciques y gamonales. Pero todo este acervo cultural iba de la mano con la pobreza y la miseria, el analfabetismo y el rechazo a lo técnico y a la meritocracia. Los privilegios coloniales fueron heredados y conservados hasta finales del pasado siglo, pero enmarcados en una nueva relación patrón – peón, que sustituyó la relación amo – esclavo que aún se prolonga en muchas mentes.