La Nación
Huilense habla de la Polifonía de las Américas 1 25 abril, 2024
JUDICIAL

Huilense habla de la Polifonía de las Américas

Acierta el VI Festival Internacional de Música de Cartagena en emplear la frase “El Sonido de las Américas”, como consigna promocional. Por Marcos Fabián Herrera Muñoz Especial LA NACION LA NACIONAcierta el VI Festival Internacional de Música de Cartagena en emplear la frase “El Sonido de las Américas”, como consigna promocional. Como pocas veces ocurre en la fraseología publicitaria, éste  enunciado está cargado de verdades y de asidero con las singularidades del continente.  Para decirlo con tono lapidario y concreto: esta frase no miente. No miente por hablar de Américas, y aquí el plural supone algo más que corrección política y artilugio retórico. Cartagena fue un puerto que nutrió el diálogo artístico y afincó esa virtud que pregonamos con cansancio y que ya suena a lugar común en los discursos del populismo cultural: La diversidad. El Festival ha sido de comienzo a fin un tributo a esa pluralidad que se encuentra desde el río Bravo hasta La Patagonia, desde Aaron Copland hasta Antonio Carlos Jobin. Que sea la música capaz de hacernos sentir plurales, no deja de ser una empresa un tanta ilusoria. Pero, debo confesar que aquí esa pretensión utopista se ha materializado. Algo que en palabras de Jhonathan Levi, editor musical de Los Angeles Times, sólo la música logra. Cartagena ha sido el escenario para ver emerger ese crisol musical: Osvaldo Golijov, un judío que ha revisado la tradición musical de Suramérica para pisar los terrenos de la gran composición orquestal lo confirma. María Luisa Rayán Forero, la arpista que ha osado en llevar a las cuerdas la obra de Astor Piazolla y que la crítica mundial aplaude a rabiar, ha interpretado en estreno mundial la obra del colombiano Nicolás Prada. La Orquesta Sinfónica del Estado de Sao Paulo ha hecho una interpretación de Heitor Villalobos que al escucharla en la capilla de Santa Teresa, me ha obligado a recordar a Cioran cuando afirmaba que oír a Bach equivalía a sentir la presencia de Dios. Yo, hombre de escaso fervor teológico he sentido lo mismo. Pero también he sentido, a lo largo de todo el  Festival,  el sonido siempre volátil y fantasmagórico de las Américas.