La Nación
COLUMNISTAS

La cultura del despilfarro

Lo que nada nos cuesta, hagámoslo fiesta. Esto sí que se ve, sobre todo en el trato con las cosas que son de todos, el patrimonio de todos los contribuyentes. La cultura ciudadana está por los pies. Aquí se despilfarra el agua, sobre todo cuando nos llega la cuenta de cobro a valores casi insignificantes frente al consumo que irresponsablemente hacemos. Una muestra de este universo: en alguna electrificadora del país, en otras épocas, a los funcionarios de la misma no se les cobraba el servicio de fluido eléctrico. En casa de un funcionario, veía la luz encendida a toda hora, todos los equipos enchufados sin ser utilizados. Alguna vez hice una sugerencia: “Por favor, ahorremos energía, pues todos los colombianos la necesitamos”.
La respuesta vino de inmediato: “Aquí no pagamos el servicio de luz. A los funcionarios de la electrificadora, no nos cobran. El servicio es gratis”. ¿Gratis? Nada existe gratis, lo que usted no paga, alguien lo ha pagado por usted.
Aquí en Colombia como el Creador nos ha dado la mayor biodiversidad del planeta, como nuestros recursos hídricos son abundantes, como tenemos todos los climas; entonces vivimos malbaratando todo. Vaya usted a Israel y vea cómo se cuida la poca agua que tienen; para ellos una gota de agua, vale oro. De un desierto han hecho un vergel. Vaya usted a Suiza, país que no tiene salida al mar y está lleno de montañas escabrosas, producen el mejor queso del mundo y tienen un nivel de vida de los más altos del mundo. Vaya usted al Japón, cuyo territorio es apenas de 374.444 km2 y con 127.000.000 de habitantes, es la tercera economía del mundo. ¿Cuál es el secreto de su éxito? La laboriosidad de sus habitantes y la recursividad de los mismos. La diferencia entre un japonés y un colombiano es que el japonés no pide, ofrece. Allá no se pregunta, ¿usted qué le pide a su país? sino, ¿qué le ofrece a su país? Aquí vamos para el cielo y vamos llorando. Aparece una inconformidad sin dar ningún aporte. Aquí se exige sin dar nada a cambio. Vamos formando una cultura de la dependencia, no una cultura de la promoción, en donde cada uno sea gestor de su propio desarrollo.
¿Cuándo será que valoremos lo que nos da el gobierno gracias a los contribuyentes?, ¿cuándo será que encontremos una escuela pública que brille por su limpieza y buena presentación?, ¿cuándo veremos una escuela pública llena de jardines y zonas verdes hermosas?, ¿cuándo apreciaremos lo que el gobierno nos da, gracias a los contribuyentes? La falta de racionalización del gasto público campea por todas las esferas. La actitud vandálica frente a los bienes del Estado es ya una carta de presentación de los colombianos. Como que en el inconsciente colectivo aparece una constante de destrucción.
* Obispo de Neiva