La Nación
COLUMNISTAS

¡La paz es con los ciudadanos!

Aforo completo en el Teatro Colón. Cada lagarto consiguió su silla. Afuera, aguantando la llovizna, un grupo de indígenas víctimas del conflicto y familiares de desaparecidos esperaban por un cupo para poder presenciar la firma del nuevo acuerdo de paz. Adentro, gobernadores, senadores, representantes a la Cámara, ministros y uno que otro alcalde departían alegremente entre sí. Hubo tiempo hasta para que Benedetti se tomara una ‘selfie’ con don Timo.

Se ha firmado una vez más el que será recordado como el “Acuerdo del Colón” según dijo el presidente Juan Manuel Santos. Así: con más políticos que ciudadanos, tal como ocurrió en la fallida campaña por el Sí; de la misma manera en que se hará la refrendación en el Congreso. Santos y su entorno más próximo no han terminado de entender que la paz no se hace con los dirigentes, ni siquiera con la comunidad internacional cuyo aplauso unánime no valió para que en Colombia la gente respaldara el primer acuerdo. ¡La paz se hace con los ciudadanos!, y sin una segunda refrendación que apelara al constituyente primario, me temo que este nuevo acuerdo carecerá de legitimidad y por lo tanto tendrá en vilo su permanencia y solidez en el tiempo.

Las cosas en derecho se deshacen como se hacen, y aunque es verdad que el presidente no tenía la obligación de convocar la primera vez al pueblo para pedir su aprobación, ya entrado en gastos no le quedaba camino distinto que volver a recurrir a esa fórmula para que la gente se pronunciara. Como no lo hizo y como las Farc siguen en plan de provocación con sus declaraciones y sin ganarse la confianza del pueblo, esta paz –me perdonan que sea ave de mal agüero– quedó pegada con babas y será muy frágil mientras el acuerdo sea una cosa tan lejana para los colombianos.

Si encima de todo, Santos pretende hacer de esta paz no sólo un asunto de políticos sino también de jueces –pidiéndole a la Corte que le resucite el ‘fast track’ y haciéndolo todo a las carreras y los pupitrazos– las cosas estarán todavía más complicadas y tendrán razón quienes hablan de un golpe de Estado institucional y de un desconocimiento de la más elemental democracia. ¡Una paz que sirve para obtener un Nobel pero no para ganarse a la gente, es muy dudosa, Señor Presidente!