La Nación
Las ridiculeces de la ignorancia 1 26 abril, 2024
COLUMNISTAS OPINIÓN

Las ridiculeces de la ignorancia

Por: Froilán Casas Ortiz

Cuando cursaba mis estudios secundarios por allá “en la noche de los tiempos”, tuve la fortuna de tener a un excelente profesor de español y literatura, se nos enseñaba con lujo de detalles la hermosa lengua de Castilla; los clásicos de le edad de oro española se devoraban y eran objeto de los llamados “círculos literarios” en donde, dentro de una sana emulación, salían a relucir las dotes literarias de los estudiantes. Pues bien, yo aprendí que el género no es la clasificación del sexo, sino que apuntaba a la calificación del sustantivo: el sustantivo determinaba el género del adjetivo: masculino o femenino. Para hablar de sexo, se decía claramente: sexo masculino o sexo femenino y basta. Ahora se le dio al género la determinación sexual ¡qué galimatías!, -pero bueno, qué le vamos a hacer si la mayoría se impone, así sea un absurdo-.

En la lengua de Cervantes, a diferencia de otros idiomas, el género masculino, en algunos casos, involucra a los dos sexos. Por ejemplo, al decir niños, incluimos a las niñas; al decir hermanos en forma genérica, incluimos a las hermanas; al decir cónyuges, incluimos a las damas casadas; al decir ciudadanos, incluimos a las ciudadanas, etc. Decir niños y niñas, es lo que se llama circunloquio, rodeo de palabras en forma inútil. Peor aún, en aras de la tan cacareada igualdad de género, ¿de género o de sexo? Se quejan las damas pues según ellas y las ridiculeces que le hacen decir al idioma, que estamos utilizando un lenguaje exclusivo. ¡Qué discusión tan bizantina! Claro, quedémonos en ello y distraigamos los verdaderos problemas del país. En ese orden ridículo de ideas, si digo dentista, resulto excluyendo a los odontólogos, porque dentista es femenino, -¡Ah! Perdón-, ¿debo decir femenina? En ese orden sigamos diciendo barbaridades. Ciclista o ciclisto; turista o turisto; caminante o caminanta; alpinista o alpinisto; pianista o pianisto; acordionista o acordionisto; futbolista o futbolisto; el medicamento o la medicamenta; cámara ardiente o cámara ardienta, para no ser exclusivo.

Espere, por favor: vean estas píldoras ridículas, para decir lo menos: líderes y liderezas, estudiantes y estudiantas. ¡Qué pena! Excúsenme las damas si soy exclusivo: Señores sastres, ¡qué pena! Y sastras. Por favor, no seamos reduccionistas, la exclusión no está en las palabras, está en las actitudes. He dicho, en más de una ocasión que a mí no me importa si quien me dirige o gobierna es un varón o una mujer; es una persona humana y basta. ¡Que pena! El sexo no califica la calidad; la calidad la tiene la persona independientemente del sexo a que pertenezca. Por favor, dejemos ese discurso tonto de la tan trillada “igualdad de género”. Necesitamos varones y mujeres con alta calidad integral que gerencien, gobiernen instituciones del sector privado y público. Por favor, ganémonos los cargos por méritos no por pertenecer a un sexo o a una etnia determinada.