La Nación
COLUMNISTAS

Los acuerdos de La Habana

El dedo en la llaga

La semana pasada el Gobierno Nacional tomó la decisión de hacer públicos los acuerdos alcanzados hasta el momento en el marco del proceso de paz con las Farc. En honor a la verdad lo que se lee no es nada del otro mundo, todas las especulaciones de que se les estaba entregando el país a la guerrilla no resultaron ciertas.

De lo leído, me parece absurdo que para implantar cambios en el agro o en la forma de hacer política se tenga que negociar con los insurgentes, si es deber del Estado brindar las diferentes garantías en materia de inversión social, reducción de la pobreza en el campo, participación en política o disminución de los cultivos ilícitos, pero bueno si esa es la negociación que le va a poner fin a un conflicto de 50 años, muy bienvenido. Sin embargo, como siempre lo he manifestado, el verdadero proceso de paz inicia con las víctimas, ahí es donde se conocerá realmente como terminar esta guerra, porque son ellas las dolientes y porque dependerá de estas perdonar. Por eso me parece acertado el proceso de intercambio entre victimarios y víctimas que se está realizando en La Habana, a pesar de sus críticas.

A pesar de lo avanzado que vayan los diálogos, me preocupan dos cosas. La primera es si es necesario implementar estos acuerdos y después llega la desmovilización o si por el contrario, primero se realizan los ajustes y luego la dejación de armas.

El Estado colombiano es experto en hacer “conejo”, prometer, prometer y luego incumplir. Un caso reciente, de los millones de casos: Gramalote. Y lo segundo, si se quiere una paz duradera se deben incluir todos los sectores, a la derecha radical encabezada por el Senador Álvaro Uribe, a las Bacrim, al Eln y hacer un acto de contrición con los paramilitares, lo que implica retornarlos al país y que todo arranque de cero. Porque de lo contrario, las víctimas de las Auc pedirán justicia, los desmovilizados se irán a las Bacrim o al Eln y así seguirá nutriéndose el conflicto. Empero, es un gran paso lo que se hace en La Habana y el Presidente Santos se está jugando todo su prestigio en alcanzar la paz con las Farc, es su empeño y no le importa nada más, lo cual habla muy bien de su compromiso, sabiendo lo que eso significa para su popularidad y para su lugar en la historia.