La Nación
Mató a su esposo pero fue una víctima de ultrajes 1 26 abril, 2024
INVESTIGACIÓN

Mató a su esposo pero fue una víctima de ultrajes

Mujer condenada por envenenar y luego acuchillar a su marido por reiterados actos de violencia, tendrá casa por cárcel, pero además, una rebaja. El Tribunal Superior, revalidó la tesis de ira e intenso dolor al defenderse de su victimario.

 

RICARDO AREIZA

Jaqueline Chamorro fue sometida a actos de violencia durante casi todo el tiempo de su traumática convivencia con el bombero Epifanio Martínez, hasta que en un acto de ira irracional, le dio veneno y luego lo acuchilló en el cuello.

El hombre, murió desagrado el 5 de junio de 2013, horas, atacado por su propia esposa, quien fue condenada finalmente  a 96 meses de prisión por homicidio agravado. La sentencia fue anunciada el 4 de octubre de 2019 por el Juzgado Tercero Penal del Circuito.

Ahora, el Tribunal Superior de Neiva, confirmó la condena, atenuada por ira e intenso dolor, que enmarcó esta historia de amor, ultrajes y maltrato desenfrenado.

“Si bien, en este caso no se juzgan las agresiones y maltrato hacia una mujer sino el homicidio de un hombre a manos de su esposa, según el magistrado, Javier Iván Chávarro, en los procesos asociados a violencia física, psicológica, económica o de otra índole entre la pareja, debe abordarse su estudio con enfoque o perspectiva de género. Y así se hizo.

Los ultrajes

“Mi papá era una persona que tenía dos personalidades, una era con los amigos. Yo creo que ningún amigo podría decir que mi papá era una mala persona, todos los amigos para él era la mejor persona del mundo”, relató la joven.

“Ya cuando él estaba en la casa, él era una persona amargada, ofensiva, nos vivía humillando, a mí mamá, a mí… y me dolía mucho porque yo siempre quise que mi papá fuera como era con los amigos,” relató la joven

“Me infundía mucho miedo cuando le pegaba a mi mamá porque él siempre le pegó pero de una manera muy fea, muy brutal, que mi mamá solo pedía auxilio pero yo no hacía nada por el mismo miedo que me causaba”.

Recién casados Jaqueline y Epifanio, vivieron en Leticia hasta 2006. Al principio era un matrimonio normal, luego empezaron las peleas”, recordó  Carmen Gertrudis Chamorro, hermana de la procesada. Las agresiones se repitieron en Tumaco y se intensificaron cuando llegó a Neiva.

“En cierta ocasión, cuando mi papá vio un rayón de lapicero en mi pierna, me cogió del brazo y me dijo que si me quería tatuar que él me lo iba hacer”, relató la joven sorprendida.

“Entonces cogió el cuchillo, prendió la estufa, lo calentó y me hizo un rasguño…y me arrancó así con el cuchillo”, narró la adolescente.

“Luego de atacarnos, mi papá siempre nos pedía perdón, arrodillándose y prometiendo no volvería a hacerlo”.

Otra vez en Tumaco vi cuando mi mamá estaba forcejeando para que mi papá no la acuchillara, él tenía esa costumbre a tender a acuchillarla y cuando era así a mí me daba mucho miedo porque siempre pensé que mi papá iba a matar a mi mamá”, relató la otra hija.

“En cierta ocasión Jacqueline sufrió un aborto en su primer embarazo, porque su esposo la pateó en el estómago”, confirmó, Rocío Ramírez Rodríguez, otra pariente de Jaqueline.

La situación se agudizó cuando llegaron a vivir a Neiva en el 2012. El hombre llegó trasladado de Nariño.

“Peleaba con mi mamá casi todos los días. La golpeaba y le decía todas las groserías que puedan existir en esta vida”, comentó la joven hija, cuyos testimonios corroboraron sin duda, la historia de un tormentoso episodio de violencia intrafamiliar.

La infamia

“Los testimonios de las dos hijas hablan por sí solos y dan inconfundible cuenta de persistente violencia física y psicológica ejercida contra Jaqueline a manos de su marido Epifanio, desde los albores del mismo matrimonio, la cual fue intensificándose con el paso de los años hasta tornarse inaguantable, cuando se radicaron en Neiva”, explicó el magistrado Javier Iván Chávarro Rojas al confirmar la sentencia de primera instancia.

El togado no advirtió inverosimilitud en los testimonios de las jóvenes hijas de la acusada. “Sus narraciones fueron lógicas, hiladas y coherentes, pero además, tampoco se observa que hayan faltado a la verdad”, afirmó el funcionario judicial, quien confirmó la sentencia condenatoria.

“Bajo tales circunstancias, no hay duda que, la época de los sucesos, Jaqueline cargaba a cuestas una historia de ultrajes, maltrato y agresiones sistemáticos y estructurales que no riñen con la tesis del intenso dolor acogida por el juez de primera instancia”, afirmó Chávarro Rojas.

“Tras años de violencia física, psicológica y económica, no es raro o imposible que una discusión o una golpiza más de su esposo rebasara su usual calma, intensificara el sentimiento de pena y congoja que la acompañaba durante esos últimos días, e incluso, le causara tal enojo, que desencadenara en ella la equivocada decisión de causarle la muerte a su victimario”, precisó.

El infierno

“Epifanio se acostumbró a pegarle después de llegar de jugar, pero luego le pedía perdón, le prometía no volver a hacerlo y ella lo aceptaba”, relató Rocío Ramírez, otra pariente.

Luego solicitó traslado para Tumaco y le pidió lo acompañara con la promesa de cambiar su actitud violenta, pero en esa ciudad la situación empeoró.  “Cuando él salía de trabajar, se iba a tomar con los amigos y la que llevaba del bulto cuando llegaba era yo, porque él era de un carácter muy fuerte”, confesó Jacqueline.

“Cuando estuvimos allá fueron muchos, muchos los episodios que viví, no fueron todos los días, pero fueron muchos en todos esos cuatro años,…yo lo iba a denunciar allá pero siempre, siempre él me salía un paso adelante”, relató la esposa maltratada.

“Que si yo lo denunciaba quién iba a responder por las dos hijas”, -me decía-.Por eso me quedaba”.

“Al fin y al cabo a mí me daba hasta miedo denunciarlo porque lo que él me decía que te voy a matar, que perra, que maldita que, que te voy a hacer tantas cosas.

Finalmente en Tumaco ella habló con Epifanio. Ya no soportaba la situación y regresó con su hija para Leticia.  Cuando Epifanio se radicó en Neiva, les pidió se viniera a acompañarlo. Y ella lo aceptó. Vivieron en una casa en Las Mercedes, hasta cuando ocurrió el desenlace fatal.

“Cuando me vine para acá los primeros días fueron muy bien, pero luego comenzó el martirio. Los insultos eran todos los días, cuando llegaba, la situación ya no era de vez en cuando, ya se tornó casi siempre. Ya se pasaba con los maltratos”.

“Una vez llegó borracho, él llegó borracho y me levantó a pata, me pego ese día, me dejó el ojo morado, esa vez yo decidí, decidí denunciarlo, ese día fui y lo denuncie en una comisaría de Familia”.

Pero no pasó nada. Solo le dieron un formato, que nunca se tramitó.

 Ira u dolor

“En consecuencia,-añadió- si el contexto bajo el cual se dio la relación de pareja de Epifanio y Jaqueline, especialmente durante los últimos meses de convivencia en Neiva, se caracterizó por las constantes agresiones de aquel hacia ella,  plausible es colegir que ese día la encartada reaccionó violentamente a uno de los múltiples actos de violencia física y verbal recibidos de su pareja, máxime si como lo estipularon las partes, la víctima había consumido licor y este solía ser el combustible o detonante de su agresiva conducta”.

“Al margen de si ocasionalmente Jaqueline también obró violentamente contra su esposo, el atenuante punitivo estaría configurado”, concluyó.

Según la Corte Constitucional “la existencia de agresiones mutuas entre la pareja, debe leerse a la luz del contexto de violencia estructural contra la mujer”. El estereotipo de la mujer débil que no se defiende ante la agresión, es solo otra forma de discriminación. La defensa ejercida por una mujer ante una agresión de género, no puede convertirse en la excusa del Estado para dejar de tomar las medidas adecuadas y eficaces para garantizarle una vida libre de violencia.

“Las víctimas de violencia de género no pierden su condición de víctimas por reaccionar a la agresión, y tampoco pierde una mujer que se defiende, su condición de sujeto de especial protección constitucional”.

“En virtud de lo anterior, debe tenerse en cuenta que cuando un hombre y una mujer se propician agresiones mutuas, en términos generales, no están en igualdad de condiciones”, recordó.

Atenuante

“Que Jaqueline le haya suministrado veneno en la comida a la víctima y luego lo haya atacado con arma corto punzante en el cuello, si bien es un acto reprochable, no deslegitima el atenuante reconocido”, aseveró la Sala Penal.

“Obrar bajo la ira e intenso dolor no excluye la responsabilidad sino que la atenúa”, afirmó,

En su criterio, “la mujer procedió  motivada solo por un intenso dolor, que comporta un carácter de permanencia en el tiempo”, y por ende, la planeación del delito no resulta incompatible”, aseguró el Tribunal Superior al ratificar la condena, incluyendo la rebaja por ira e intenso dolor.

Tensión y estrés

Según la psicóloga, la Claudia Ivón Gaitán, quien valoró a la procesada,  “los maltratos de su esposo generaron en la acusada una acumulación de tensión y estrés, así como el padecimiento de depresión y ansiedad, que sumados a la puntual violencia física y verbal descargada ese día por Epifanio sobre ella, desencadenaron una alteración emocional tal que, sin ser constitutiva de inimputabilidad, le alteró su capacidad de conocimiento y voluntad y la llevó a causarle la muerte a su pareja”,

Epílogo

En este contexto, recordó el magistrado, debe precisarse que la violencia contra la mujer, ha alcanzado un nivel estructural en nuestra sociedad, pues ha trascendido del plano individual hacia un plano político, social y económico.

“La violencia contra la mujer, en el marco de la violencia intrafamiliar, se nutre de una discriminación histórica que asigna unos roles específicos a cada género, en la que predomina una posición dominante del género masculino a través de criterios de apropiación y dominio de la mujer”.

“Esta violencia, que se ejerce tanto desde el ámbito físico como psicológico, pretende resquebrajar la autonomía e independencia de la mujer, y en el marco de los paradigmas y estereotipos, se tolera sin que haya una reacción social o estatal eficaz”.

Adicionalmente, la jurisprudencia ha admitido que además de las agresiones físicas, las mujeres son víctimas de violencia psicológica y económica, que suelen generar un daño tan grave como silencioso y que, por tanto, deben ser enfrentadas con determinación por el Estado”, evocó.