La Nación
COLUMNISTAS

Movimientos sociales

Ningún ejército, nacional o extranjero, derrotó a las farc. Su derrota se la propinó la Historia con la apoteosis de la moral capitalista. Resulta casi imposible sustraerse a los encantos de la acumulación de bienes materiales y al placer de consumirlos. Ni siquiera el grupo insurgente se liberó de esos embelesos, fueron tan voraces como cualquier multinacional. Tener y consumir es el modelo supremo de moda. Hoy en día, el mercado actúa como el ejército más eficaz para sojuzgar agradablemente a los pueblos del mundo.

Las farc sucumben como fenómeno revolucionario. Desaparecen como desaparecieron los rebeldes románticos del siglo XIX y XX. Rebeldes y revolucionarios son dos formas distintas de sublevarse contra el fracaso social y humano de la revolución francesa. Entendieron desde el principio que ‘Libertad, Igualdad y Fraternidad’ no es más que otro slogan político, por lo tanto, un cascarón lingüístico.

Rebeldes románticos fueron José Eustacio Rivera y su personaje central, Arturo Cova. Ninguno de los dos pudo sobrevivir a la voracidad del capitalismo. Ambos fenecieron en las dentelladas de sus fauces añorando una vida espiritual superior. El uno, en la selva amazónica; el otro, en la de Nueva York. Así, en la soledad de sus individualismos, desaparecían los rebeldes románticos

Hoy les toca el turno a las farc y a los movimientos revolucionarios del mundo. Terminan derrotadas como el coronel Aureliano Buendía, el alzado liberal de ‘Cien años de soledad’, quien perdió todas las guerras. Se diluyen como la filosofía de Marx quien fue uno de los primeros en darle una fundamentación científica al descontento revolucionario contra la moral capitalista. Y como le sucedió al coronel, las farc también serán historia, ficción y olvido. Otro acontecimiento anodino de la Historia. Los revolucionarios de antes serán los congresistas del mañana. Desde la oposición parlamentaria, ellos darán brillo al artificio de la democracia liberal.

Sin embargo, su revés depura la Historia. Cada día es más grave confiar el destino de las mayorías en manos de las minorías. Ni rebeldes, ni revolucionarios, ni liberales, ni conservadores, vislumbran los intereses humanos de los pueblos. Un político suele ser un paquete chileno para su comunidad.

Por esa razón, consciente o inconscientemente, proliferan los movimientos sociales en el mundo. Grupos de ciudadanos que defienden derechos vulnerados. Pacifistas, ecologistas, afrodescendientes, indígenas, feministas, comunidad gay… se levantan ante la inoperante política. Incluso, miles de sacerdotes, emulando la figura del papa Francisco, proclaman un discurso más humano. Sin nadie quien los defienda, los ciudadanos del mundo tendrán que asumir su propio destino.
jguebelyo@gmail.com